ESCRIBE JORGE CROSA
¿Qué les hubiese escrito Mario Benedetti, el genio con quien tuve la fortuna de compartir horas y horas, en un lugar cercano, a 18 de Julio y Cuareim, a metros de su casa, con su amada esposa?
Quizás, antes de la partida, sólo una mirada de veterano poeta que le gustó el fútbol, que escribió sobre ese deporte, que vio a grandes jugadores y que le entusiasmó la idea de juntar letras, con ese formidable talento de hombre completo y decirles cosas, en El Puntero Izquierdo o bien en El césped.
Cosas de Benedetti. Formidables imágenes de una vida dedicada a acariciar el corazón de sus lectores y el alma misma de sus inventados protagonistas.
Antes de la partida, antes de lo de siempre, del grito del hincha, de las banderas, de las bocinas, de los ¡vamo’arriba, Uruguay, nomá!, Benedetti, hubiese, acaso, leído nuevamente unas pequeñas frases de su libro El césped.
La vida, esto lo digo yo, quizás no sea esa unión hermosa de cosas que todos queremos, porque el mundo quiere lo mejor para los suyos. Y no es posible, claro.
¿QUE LES HUBIESE ESCRITO BENEDETTI?
Pero, claro, un país pequeño como el nuestro, con tamaña y sagrada historia de glorias del deporte y del fútbol en particular, solamente el nuestro. Este Uruguay fantástico que sorprendió al mundo desde el 1924, por un desfiladero de éxitos, acaso hasta ese golpe final, que da el dramatismo de una obra teatral que culmina abruptamente, dejando al espectador sorprendido y pensante. Saliendo de la sala, enmudecido, como tratando de comprender “ése” último grito, ese último golpe, esa postrer pose del actor y la luz que se apaga, dando por fin, un epílogo impensado a la entrega, a una trama que uno, no esperaba.
¿Qué les hubiese escrito Mario Benedetti a éstos jóvenes, a éste cuerpo técnico, a ésta gente que tiene adjudicada, desde ya, la pasión del pueblo uruguayo?
Acaso éste comienzo, entre café y café, releyendo algunas de sus obras, digamos, El césped …
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EL CESPED
“El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular, aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que, con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de ballet. Quien es derrumbado, cae seguramente sobre un colchón de plumas y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros cuando el que queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno es treparse unos sobre otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos, cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas. Desde la tribuna es tan disfrutable, el racimo humano de los vencedores, como el drama particular de cada vencido.
Por supuesto, ciertos avispados espectadores siempre saben como hacer la jugada maestra y no acaban de explicarse, y sobre todo de explicarlo a sus vecinos, por qué éste o aquel jugador no logra hacerla. Y cuando el árbitro sanciona el penal, el espectador avispado también intuye hacia qué lado irá el tiro y un segundo después, cuando el balón brinca, ya en las redes, no alcanza a comprender cómo el golero no lo supo. O acaso sí lo supo y con toda deliberación se arrojó al otro palo, en un alarde de masoquismo o venalidad o estupidez congénita.
Desde la tribuna es tan fácil. Se conoce la historia y la prehistoria. O sea que se poseen elementos suficientes como para comparar la inexpugnable eficacia de aquel zaguero olímpico, con la torpeza del patadura actual, que no acierta una y es esquivado una y mil veces.
Recuerdo borroso de una época en que había un centre-half y un centre-forward, ¿no?, cada uno bien plantado en su comarca propia y capaz de distribuir el juego en serio y no jugando a jugar, como ahora, ¿no?. El espectador veterano sabe que cuando el fútbol se convirtió en balompié y la ball en pelota y el dribbling en finta y el centre-half en volante y el centre-forward en alma en pena, todo se vino abajo y ésa explicación de que muchos lleven al estadio sus radios, ya al que menos quienes relatan el partido ponen un poco de emoción en las estupendas jugadas que imaginan. Les pagan para eso para imaginar estupendas jugadas.
Así escribía Mario Benedetti.
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DESDE LA TRIBUNA ES TAN FACIL
Sí, desde la tribuna es tan fácil, muchachos, esto ya se los digo yo, que, desde lo alto, no perdemos nunca, ya sabemos la jugada, la marcamos, la llevamos como con la mano y hasta “hacemos” el gol y no podemos creer que no lo hayan hecho, cuando la realidad marca el saque de arco.
Es el fútbol que nos atrapa, que nos hace guiñadas, trampas, señales secretas como las del truco, decía Mario. Y es así, nomás.
En esta crónica, que es la del cierre personal, por lo menos, antes que se acomoden y miren por la ventana del avión, pensando en nada y en todo, muchachos, uno piensa en la quimera, ¿Qué quieren que les diga? A ustedes les escribo. Sí, pienso en la quimera, en el éxito inicial y final, en el aplauso, en la sala llena, en la obra total, en el trabajo fino terminado, en la sonrisa y no en el llanto, en la felicidad y no en la amargura.
Así pienso antes que los llamen a sala de embarque. Antes de las fotos, de las cámaras, de los abrazos, de los deseos de buena suerte, del saludo de la patrona, de los gurises, de la patrona, de la mama, si está, de papá, de la familia en pleno, de los amigos que dejaron pasar, del mate y termo, del viejo nudo en la garganta, que no es de la corbata, justamente. Antes que la voz alerte : “Vuelo con destino a …. Dirigirse a puerta cuatro”.
Antes de todo eso, de la última vichadita al novísimo Aeropuerto Internacional de Carrasco, antes de olvidarse de haber saludado a”aquel muchacho que fue tan piola” … antes, señores jugadores, técnicos, dirigentes y quienes vayan con la celeste en el alma, acomodando sus valijas en los cajones de arriba, pidiendo permiso en el corredor, saludando a las azafatas, antes que el el Capitán los salude y llegue el primer chiste a los oídos de los deportistas, antes de todo eso, cuando el piloto apriete el acelerador y se sienta en el estómago ese vacío de dejar algo de respiración en algún lugar y ver cómo se eleva la nave buscando cielos ….
SE NOS LLEVAN UN PEDAZO GRANDE DEL ALMA, MUCHACHOS …
Quiero decirles que estoy con ustedes, como todos los uruguayos, que me siento feliz que estén en camino de Sudáfrica y que espero las mejores noticias de sus trabajos en el campo.
Los seguiremos segundo a segundo con los periodistas que nos contarán sus historias.
Mientras tanto,nosotros, elegiremos un césped, un pastito quebrado de repente por el tiempo fulero del invierno sureño y en algún lugar de la rambla, le pegaremos a alguna globa imitando a alguno de ustedes, con los muchachos, en un partido “inaugural” para los que aquí quedamos.
En ese césped, que escribió Benedetti, estaremos esperando buenas noticias. Se nos llevan un pedazo grande del alma, muchachos.
Y después, claro está, en ésta época de las comunicaciones, nos surtiremos de todos los elementos posibles, incluso,para ver si podemos ver qué dicen, que hacen, que se cuentan en el vestuario antes de …
Pero, a modo de despedida querible, hacia todos ustedes, hacia ese color cielo de nuestra camiseta y un pueblo que espera todo y nada, no importa, lleven en algún lugar de su vida éstas líneas, escritas con el corazón, pensadas con el alma y rematadas “ con un potente remate que se convierte en gol”.¡ Gol uruguayo! ¡ Gooooooooooooollllllll uuuuuuuruuuuuugaaaaaaayooooooooo!!!!