Escribe JORGE CROSA
Soy de una época en la que los principios valían. Esa misma etapa en donde la palabra superaba al documento y a la firma.
De esa época, no tan lejana, somos. Hoy, cuando vemos el escenario en el que se mueve, no solamente el fútbol uruguayo, sino la sociedad misma, me permito decir que estamos pegándole a la herradura.
Los uruguayos somos buena gente. Muy buena gente. Vamos a conservar este fantástico patrimonio, ese honorable legado de nuestros queridos viejos, de ser h ombres antes que nada, honestos, fuertes ante la adversidad y creyentes en nosotros, como nos enseñaron nuestros abuelos y nuestros padres.
No estoy de acuerdo que, hoy, todo está perdido. Que la juventud no nos escucha, no nos cree, no le generamos crédito.
No. Soy de los que cree en los jóvenes con toda la fuerza de mi espíritu. Son el futuro cada vez más inmediato del Uruguay. De gurí me hablaban maravillas de los que fueron realmente maravillas, como en el fútbol, los campeones de todo, desde aquel golpe mundial de Maracaná, imborrable, inolvidable, el sacudón del siglo en el fútbol, el terremoto más grande que una pequeña nación haya tenido en toda su historia y les agradezco a esos héroes la victoria.
No me pongo a analizar sicológicamente si nos hizo mal o bien el ser campeones del mundo, porque me parece una idiotez. ¡ Como va a hacernos mal el Maracanazo!
Lo que pasa que fue tan grande, tan enorme, tan ciclópeo el triunfo que jamás se repetirá, hay que animarse a decirlo.
Y no nos creímos nada. Vaya y pregúntele a Alcides Edgardo Ghiggia, tal cual hicimos nosotros y verá la humildad y sencillez con que define una gloria imperecedera, como si fuera una imagen celestial. Respetada y adorada.
“Corrí, ví que me cerraban el camino al arco y le pegué”. Alcides no dice que eso movió al mundo de la pelota. Eso sí, con clase de bandido, agrega: “ Sólo tres silenciamos a Maracaná: El Papa, Frank Sinatra y … yo”.
Pícaro como puntero que hoy no hay. Habilidoso, genial en su estructura y su concepto de vida.
Sencillito. Los cracks son así. No se hacen los díficiles. Hablan cuando pierden, cuando ganan, esto es, hablan cuando les preguntan. No existe para los fenómenos el “silenzo stampa” (silencio de prensa).
¿Porqué? Porque el crack, figura emblemática en la que creo firmemente, es maravillosamente claro. Pierde y explica. Gana y explica. Empata y lo dice. Se enoja como todos los uruguayos, calentones, con el sello tano y gaita incluídos desde nuestro ingreso al mundo, en aquella época de inmigrantes. En la etapa de los barcos, en la llamada “hacerse la América”, que fue, simplemente, venir a trabajar en paz, zafándole a los tiros, a una guerra absurda, como casi todas, porque sólo se quiere el poder y no a la gente.
“No fue nada del otro mundo”, agrega Ghiggia.
Y para nosotros, cada vez que el tiempo aleja aquella corrida por la derecha, el golpe justo, la vista pegada a la globa y el corazón a mil, me fijo en los muchachos de hoy que están en el tema del fútbol.Ghiggia es un ejemplo formidable de tenacidad, de clase, de claridad y genialidad a la vez.
Esos son los cracks. Los verdaderos. No los que la prensa titula o de repente “inventamos”, con algún título de impacto. No. El crack es eso. Crack. Algo de calidad superior.
Un diferente, un distinto, un mejor.
Y hoy los tenemos, los uruguayos tenemos a los distintos, a los mejores, a muy buenos deportistas.
Hay que encontrarlos, juntarlos, formarlos, educarlos, el mundo de hoy ha cambiado el sistema de relacionamiento. Hay que saber más de todo para destacarse.
Vayamos en procura de ello. Que duela el perder, que se sufra de verdad la derrota para sentir de verdad, también, lo fantástico de la victoria.
Sí, soy de una época de principios, de respetos y de humildades ciertas, no programadas.
Los uruguayos tenemos ese potencial aún, lo advierto en buena parte de la juventud deportista.
Acudamos a ella, como un tronco en el naufragio. Como el gol en la hora. Como la medicina que te salva.
Es espiritualmente vital creer en el ser uruguayo.
Desde allí se crece, si así no fuere, de nada servirá el consejo, el recuerdo, la historia, los principios, el respeto y el camino recorrido.
Esta reflexión se basa en hechos reales.
Toda coincidencia con la vida no es ninguna casualidad.