martes, 21 de octubre de 2008

LA DECADENCIA "VENDE" ...

Escribe JORGE CROSA

La decadencia vende.
Las reyertas, peleas, mentiras, insultos, investigaciones falllutas y mentirosas entre gente vinculada a un periodismo que tiene que ser notable y leal, es materia corriente en los medios informativos en nuestro mundo.
Vende el escándalo. Y el que produce el mismo y el que se dedica a esa tarea, que, por cierto de periodística no tiene nada. Acaso deba figurar en alguna profesión, desconocida, de “batidor de ollas podridas” o bien, cómo querer destacarse con la tarea ajena.
Eso no es periodismo. Lo que vemos que “vende”, según los mercantilistas de turno de los medios de comunicación, creen que está bárbaro, que es estupendo el tratamiento que se le otorga a cada noticia, si tiene algo sucio, algo intratable, cuestión de acercar a la gente, a los empujones, a la charlatanería, a lo infamante, a lo afrentoso, a justificar su accionar, su vida, su trabajo, su profesión.
Es el fracasado que recibe el chimento, lo burdo, lo ordinario y se le acercan para contarle el chisme . Algo así como los insoportables y desagradables programas argentinos que hablan de los demás, los injurian, los difaman y después arreglan el tema con una “carta documento”. A la que se le agrega una sonrisita estúpida, como diciendo: “ Bueno … no era como dijeron, je …”
No es así. La juventud y el adulto responsable, debe saber que no es siendo inquisidor de feria, que se es periodista. Es esta una tarea de capaces, de gent e que estudia para emitir sus conceptos con criterio, con sanidad, con la cultura que le dio la vida, los libros y los estudios.
Pero, fundamentalmente, la única escuela que nos enseña a todos y si no aprendés no sigas en esto: la calle. La vieja y querida “Universidad de la calle”, la que te habilita a conocer cosas que ningún texto te dice, que ningún profesor te enseña, que ni nguna cita famosa te expresa.
El haber estado abajo, arriba, en el medio, junto a la gente y transmitirle a esa misma gente tus vivencias, estando equivocado o no, pero con la mejor intención de transmitir esa brasa de hombría, de afecto, de cariño, de querer enseñar, el fuego interno de la pasión periodísticia.
Por allí pasa la cosa. Por conocer el hecho, por interpretarlo, darlo a conocer, a nuestra manera, con nuestra opinión, pero con el respeto y la honestidad que le corresponde a cada ser humano. Una noticia puede o no ser una acusación. Pero lo que no puede ser, es un barato escándalo para que, mediáticamente, aparezcan y desparezcan figuras que nadie conoce, ni tienen, siquiera, la sabiduría y el consentimiento de la gente, la aprobación de nuestro destinatario, que es el lector, el oyente, el televidente.
Los casos que, diariamente, vemos en la prensa, nos dan lástima.
Hieren, quieren hacerlo, quieren ver en el suelo al ganador, la envidia supera todo lo conocido. Hay gente que no quiere ver ganadores. Sólo líos, problemas, inmundicias. A como de lugar. Si se equivocan, saben que el tiempo hace su trabajo y la gente no tiene memoria.
Pero saben que la envidia es una declaración de inferioridad.
Si aciertan, hecho infrecuente felizmente, creen que están en la terna de un premio internacional.
Es triste pero, los accidentes venden, la droga vende, la muerte vende, la mentira vende. La guerra vende.
Todo es materia consumible por un espectador asombrado de todo lo que le dicen que pasa.
Y … cuando no hay capacidad, debe haber maquinación, insidia, emboscadas traperas, hablar mal de fulano y después, ni siquiera pedir disculpa, sólo no seguir con el tema y a otra cosa.
Eso no es periodismo. Y lo veo todos los días, en todos los ámbitos, en todos los medios.
No sólo en el fútbol juega el engaño. Por cierto, que no. Vende el embrollo, el mentirón, la patraña, la falacia, la calumnia.
Total, después la “maquillan” y dicen que no dijeron lo que dijeron y que se trató de un error.
Y ya está. Pero el daño, este tipo de impostores de nuestra profesión, ya lo hicieron.
Se habrán dado cuenta que no doy nombres, que no cito casos, porque la gente que sabe leer, que tiene el concepto de lo que es dignidad, moral y fortaleza anímica para soportar tanto zaherimiento gratuito, ya sabe de lo que escribimos.
Por supuesto que no todo es lindo, que todo está estupendo. Por el contrario, hay que siempre, como periodista, a la verdad de cada hecho, de cada acontecimiento, darle el lugar que le corresponde. Encontrándole el porqué y el cómo. Pero no enchastrando personajes, agraviando groseramente, para después, no decir más nada en caso de comprobarse que se equivocaron. Hecho gravísimo en el comunicador. No reconocer su error. Dejarlo ahí, semi tirado, como para que la gente se olvide. No es así.
El disparador de acusaciones vende. Todo lo malo vende. Lo sucio vende. Total, como si se erra, se deja de hablar del tema y a otra cosa, no pasa nada.¿ O pasa?.
Pero, he aquí el error, pasar, pasa. Y se van juntando carpetitas y algún día …
Aquel que creyó que era un fenómeno con sus ilegalidades permitidas, sea del palo que sea, será juzgado y deberá pagar su nauseabunda campaña de desacreditación.
El tiempo es sabio. Es el más sabio de todos los consejeros.
Mientras las desgracias humanas, “venden”, hay quienes anotan en un cierto libro de las injusticias.
Como ejemplo de vida, el periodista no miente. Es ejemplo de veracidad, de certeza, de certidumbre.
Sí, el tiempo es sabio.
Démosle tiempo al sabio.