Escribe JORGE CROSA
Cuando digo que uno es uruguayo hasta los tuétanos , no es ningún mérito, sino algo que se siente, que se palpita, que se vive a diario. Ser uruguayo hasta lo más íntimo y profunda de la parte física o moral del hombre de esta tierra, es algo que tendría que ser normal, lógico, sin vueltas, ni trámite alguno.
Pero hay gente que le “busca la vuelta” al asunto y reniega de haber nacido por estos pagos de Dios. “ Y … ¿ que querés? , somos de acá y ta, viejo, no hay caso, no pasa nada con nosotros”.
Esta frase, de tantas veces escuchada en el tiempo, de distintas formas, tiene un significado netamente pesimista. Como si el pesimismo viniera en la cuna del oriental.
Claro que no hacemos nada, tampoco, para revertir esta anómala situación.
Desde ya, si algún joven nos sigue, les digo que es absolutamente falso esta afirmación que si “somos de acá, no pase nada con nosotros”. Es absurdo. Y lo he escuchado a gente mayor, que es lo más triste. Será porque somos un país carente de riqueza, que hay que laburarla como el mejor, que cuesta remar y salir al frente, que es mejor pedir el pasaporte y “tomarse el buque”.
Es posible. Pero de manera alguna acepto, como si nada, que ser uruguayo, sea una condena al pesimismo, pese a esa “mochila tradicional” de los que no creen en sí mismos.
Pero, claro, si alimentamos esa tendencia, como por ejemplo, en el mundo del deporte, con resultados negativos continuados, con insólitas decisiones político-deportivas, que en lugar de aclarar, oscurecen, entonces, les damos la razón a los negativistas.
No debe ser así. De hecho, un país que fue campeón del mundo en fútbol, en cuatro oportunidades, con tres millones de habitantes, antes muchísimos menos, no tiene porqué posar de triste. Que es campeón sudamericano al igual que los argentinos, con sus 38 millones de personas, tampoco es un elemento en contra, sino a favor.
Y eso en el fútbol. Pero también en el basquetbol. Observe a Biguá, por ejemplo, Campeón Sudamericano, ayer nomás y la alegría tendría que ser mayúscula, sin embargo, se le otorga una trascendencia, cuasi normal.
Eso sí, si demoran el fallo de Nacional y Villa Española, si andamos a los tumbos, con la calculadora en la mano para ver si vamos al mundial, juegue donde se juege, si esperamos con ansiedad indisimulada el dime y el direte, de sonados casos, que van al costado del deporte, como ser, empresarios en la cuerda floja, envidias generadas por enemigos acérrimos del éxito, que no lo toleran, que les hace mal, que sufren porque fulano o mengano, están bien y muy bien, por derecha, esto es, sin robos, ni escándalos, sin “meter la mano” frase ordinaria, pero lamentablemente común, si vivimos del chisme y de la mentira, como ejes de una tarea descalificatoria permanente, con algo de prensa colaborando en la triste acción, entonces sí, tienen razón los que están desesperados porque a uruguayos de renombre mundial, les vaya bien y hasta muy bien.
Razonamiento éste, que tiene mucho que ver con la tristeza o pesar del bien ajeno, ese aborrecimiento que nace con los pobres y mediocres de espíritu, que creen ver en cada acción de alguien triunfador, algo feo, sucio, que no puede ser , que hay que averiguar, que es imposible, que “eso” ( el éxito) se hizo con trampa.
El éxito está penado. Ya lo dije una y otra vez. Si usted es un trabajador honesto y le va bien, ya le dirán que “la hizo” por “zurda”. Esto es, que robó (el bienestar), que no pagó lo que debía a quien correspondiese, que, de alguna manera, hay “algo raro y feo” en su acción trabajadora.
Sí, el éxito está penado. Y quienes viven desesperados por el triunfo ajeno. Y lo quieren demoler y destratar y sepultar.
Pues, no podrán. En nuestro chiquito gran país, en el que(vieja frase) nos conocemos todos, no hay mucho lugar para el engaño.
Y presten atención aquellos que siguen en su manía persecutoria, en todos los órdenes, no solamente en el fútbol, claro está, que “ven los fantasmas de la mentira, del engaño, del fraude en los demás”, que, ellos, a su vez, son permeables, que los “non sanctos” no lo son tanto y que la justicia tiene una fantástica virtud: desenmascara.
Por ejemplo, aquel que tanto acusa, que tanto insiste en la culpa ajena, puede que tenga y así es, un pasado extraño, no revelado, pero que, cuando los momentos llegan (que siempre llegan) no saben ni cómo, ni cuando, se supo algo indebido de esa imagen que trata de ser impoluta y límpida.
“En mi soledad
He visto cosas muy claras
Que no son verdad”
Dijo el gran poeta español, Antonio Machado.
Pues, entonces, en conocimiento de tal reflexión , sólo resta esperar, puesto que, aunque el éxito sea envidiado y destratado, “aquel que mintiere por despecho”, también será juzgado en la alta corte de la dignidad.
Y los uruguayos tenemos que tener orgullo de serlo. Sin nacionalismos irracionales, ni chauvinismos injustificados.