martes, 11 de marzo de 2008

A LA DERIVA

Escribe Jorge Crosa

Matosas echado de Peñarol.

No hay una sola razón para esta despedida inevitable del técnico, ayer campeón con Danubio y hoy destratado por la hinchada aurinegra que – como todo grupo fanático – sólo vive de alegrías y no quiere saber de ninguna tristeza, ni tampoco respeta al ser humano, ni a nadie. Hay varias, demasiadas y ocultas. El facilismo otorga el derecho a decir: los malos resultados.

Déjelo ahí. No vale la pena destratar más al correcto profesional.

De los hinchas, esa especie de matonería en descenso, ni nos preocupa.

No nos interesa juntar letras para "eso" que no respeta a nada, ni a nadie.

Nos interesa sí, el futuro inmediato de una institución como Peñarol, que no es un club más, que no es una humilde congregación de muchachos de barrio, sino que es un grande del mundo, aunque hoy está en la lona, como boxeador tocado por un terrible golpe de nocaut.

PEÑAROL HERIDO

Peñarol está herido. Un grande del fútbol uruguayo y del mundo está herido y es para preocuparse. Porque, cuando pasan estas cosas, todo en el club anda mal. Y lógicamente afecta al fútbol uruguayo todo. Si los grandes – con el respeto que nos merecen Defensor, Danubio, Wanderers, Liverpool, el rozagante River Plate de la mano de Juan Ramón y todos los demás, si los grandes no andan, el fútbol uruguayo, no está en la conversación ni americana, ni mundial.

Esa es la auténtica realidad, porque la hemos vivido. Porque, por mayores esfuerzos, valorados y destacados como corresponde de Defensor Sporting y su gestión en la Libertadores, como Danubio en su momento, incluso en la Sudamericana, en donde estuvieron estos clubes que les siguen a los grandes – más allá de estar localmente delante de ellos de un tiempo a esta parte – no han logrado formar esa imagen que sólo dan los años, los títulos, las gestas heroicas, las hazañas sin igual tanto de Peñarol como de Nacional.

De allí que preocupe que un enorme grupo como Peñarol esté en estas condiciones. Y no porque se le haya dicho a Matosas “adiós” y “bienvenido” a Saralegui, a quien le deseamos que transite por el camino que merece el esfuerzo, su tarea y la de sus colaboradores, el tema es que la caída de Peñarol es un bajón formidable para el fútbol nuestro. Ese que vemos en descenso cualitativo todos los fines de semana, excepción hecha de lo aportable por lo novedoso y productivo de River Plate, sus goles, sus ansias de victoria, sus deseos de cambio, a través de la conducción de Carrasco.

ENTRE LA TORMENTA

Peñarol no es un barco. Es un transatlántico. Un enorme crucero de placer, cuando las cosas andan bien y de tristeza cuando se está como ahora.

Por lo que se precisa una gran colaboración entre quienes comandan la nave. En este caso, está, indicándolo bien clarito, Juan Pedro Damiani y alguno más remando sólo contra todo lo que se le venga por delante. “Icebergs” de todo tipo, tormentas, algunas inventadas, otras de verdad, impedimentos, vientos huracanados, lluvias torrenciales, todo mal para el buque aurinegro.

Entonces, nadie responde. Ni Matosas, ni Capello, ni Schuster, ni Mandrake. Los jugadores que se pidieron llegaron y tampoco han sido una solución a la inestabilidad de los fines de semana. No hay convicción de victoria. Entonces, ni Ronaldinho, ni Messi, ni Eto’o, ni el mejor jugador del mundo, puede contra éste “Tsunami” que se le vino encima a Peñarol.

INTOLERANCIA E IMPOTENCIA

Y todo éste descalabro es por la ausencia de unidad, de compañerismo, de apoyos solidarios, que se cambian por agravios, por insultos, por intolerancias e impotencias.

Peñarol no precisa de enemigos. Ya los tiene, como los tenemos todos.

Para salir de esta crisis se precisa de amigos, de gente que colabore desde bien arriba y con inteligencia, sin mezquindades, sin envidias, celos y demás.

Peñarol el campeón de todo. De América, del mundo, del torneo que se le ocurra, no puede, ni debe, por el fútbol uruguayo, estar, masticando rabias , soportando injusticias.

Pero como no es así, el culpable de turno es el técnico, hoy, o Damiani que rema solo o con muy poquitos a su lado, o … cualquiera porque se pierde.

Así no va. Y si no se dan cuenta tanto dirigentes, como todos los que integran el grupo del gran instituto, que lo sigue siendo igual, pero por su historia, no por su presente, cada vez verá más lejos su recuperación.

NO A LA PEQUEÑEZ …

Convicciones. Eso es lo que debe existir hoy en Peñarol. Gente que use el talento y la capacidad para avanzar y no quedarse en la pequeñez “de lo que mirá lo que nos pasó …” porque la cuestión es “mirá lo que tenemos que hacer”. Esa es la cosa.

Peñarol es un transatlántico. Está a la deriva.

Es tan grande que no se va a hundir, pero si no se juntan capacidades, voluntades y criterios en la sala de comando, no habrá destino y es muy triste, demasiado injusto que, quien supo vencer en los grandes océanos del mundo, quede anclado en el Río de la Plata.