Escribe JORGE CROSA
- Chau, vieja, vengo después del partido, que se yo, a las ocho, porque después vamo’a tomar algo con los muchachos, besos. Llevo el celular, cualquier cosa …
Uno piensa que pudo haber sido así el diálogo – el que la madre jamás pensó que sería el último con su hijo Emanuel Alvarez, cuando un sábado a la tarde, el pibe de Velez, iba a ver el partido ante San Lorenzo.
“Chau, cuidate …”
Un rato después estaba muerto de un balazo en pecho.
21 años, mirá vos, le gustaba como a todos los muchachos ir al fútbol, nada del otro mundo, ir al fútbol. Entonces, el fútbol se ha transformado en una cita con la muerte. Es, acaso y sin dramatizar, porque los muertos están, cuentan ya 16 en la Argentina, no solamente perjudicial para la salud, como acompaña el texto de las campañas antitabaco, sino “aviso de posible muerte, en cualquier lugar, en cualquier momento, donde sea, no importa quien juegue, si el partido es del alto, bajo o mediano riesgo.
Ya no importa nada. Se hablará de la droga, de un lugar llamado La Quemita (de gente de Huracán), de un coche blanco que pasó, como las películas y disparó a matar, por matar nomás. Se dirá que la Policía “está en eso”, que van a descubrir al culpable y si no, no lo descubrirán, así de sencillo.
IR AL FUTBOL ES TUTEARSE CON LA MUERTE
Porque lo han transformado así. Porque a nadie le importa nada. Total, ¿Quién sabe lo que llevan entre sus ropas los anormales que van a un partido de fútbol, en la Argentina, en Uruguay, en América, en el mundo?
Porque esta vez, fue nuevamente Argentina, pero la muerte en el entorno del fútbol no es patrimonio de los argentinos.
Es de todos nosotros. O es de todos ellos. Los asesinos disfrazados de hinchas, los drogados vestidos con la camiseta de su equipo, los alcoholizados con patente de “guapos tapados”.
Los detalles, léalos en cualquier crónica, no vamos a detallar una crónica policial, a nosotros, a usted, a todos, nos rebela, nos indigna y nos destruye la impotencia, el no saber qué hacer para detener la muerte, que también visita las canchas uruguayas y de cualquier lugar del mundo.
¿ Y sabe lo que es peor, señor?
NO TIENE SOLUCION
No tiene solución.
Piénselo y estará de acuerdo con nosotros.
No tiene solución.
‘Ta luego, cuidate". Era el adiós de una madre a su hijo de 21 años que fue al fútbol.
Ni él, ni ella, lo supieron. La frase de los que creen saber todo y justificar todo dirá: “ Y … era el destino”.
¿Era el destino?
ASI QUE ES …¿EL DESTINO?
¿Así que no era un asesino con un revólver? ¿Así que fue el destino? El destino calibre 22. Mirá vos. Qué fácil este convencimiento del ser humano. El destino. Y ya está. Asunto arreglado. Una pena por la familia, por el chico, por todo.
Pero … era el destino. Bárbaro.Frase común. Hecho. Recontradicha. Unica. De la que escuchás en los velatorios, en el cementerio. Ah, sí, el destino. Mirá vos.
- "Cualquier cosa, llamame … "
Así que, ese “destino” calibre 22 o 38, que se yo, impidió la supuesta llamada. Y el seguir en este mundo. Y así arreglamos todo. Un muerto más. Una especie de tristeza más, llantos, recuerdos en la fecha, olvidos y en cualquier momento “reiteración de muerte”.
Otro asesinato. Otro muerto. Otro que iba al fútbol. A la cancha, a ver un deporte.
Así que … el destino … hummm, mire, que yo se sepa, “el destino” no te mata. Te mata un asesino, un anormal, una bestia que no le interesa el tema del “destino”, el asunto de la muerte, ni la juventud, ni el deporte, ni la vida, ni su vida, ni lo que está haciendo en este mundo.
No es el destino.
Son los asesinos.
Y no tiene solución.
¿Y?