miércoles, 3 de septiembre de 2008

GANO LA BESTIA

Escribe Jorge Crosa

No soy el dueño de la razón. Pocos o ninguno lo somos . Pero sí puedo ser intérprete del sentido común. Esto es, un juicio y conclusión basado en la experiencia pasada general del individuo y no propiamente en una valoración crítica de los datos.
Sentido común. Ausencia clara del mismo es la base de todo éste triste desarrollo, desde la medida adoptada por un árbitro de fútbol, señor Líber Prudente, quien, impuesto por la obligación de sus superiores de hacer cumplir el reglamento estrictamente, falla en la suspensión del juego entre Nacional y Villa Española.
Y el error, más allá de las interpretaciones populares o de las más universitarias, es que, para tomar una medida de ése tipo, Prudente debió, él mismo, concurrir al vestuario y no por interpósita persona (caso Falce) cancelar el compromiso.
El emisario puede, sin quererlo, emitir una frase, un gesto, algo que, si va el juez del lance en persona, no deja lugar a ninguna duda.
Eso fue lo que no se hizo. Prudente, más allá de su reloj y el de los demás, debió cerrar su decisión con su aparición en el vestuario y allí liquidar el tema, tal cual se hizo, entre gestos y palabras del enviado, agregando los amagues de la gente de Nacional en los vestuarios.

TODOS QUEREMOS TENER RAZON

Esta es la realidad que uno ve. Porque, aquí, en Uruguay, todos vemos lo que queremos, todos tenemos razón, todos somos los dueños de la verdad y nunca nos equivocamos.
Y no solamente en el fútbol, lamentablemente.
Faltó cintura, flexibilidad, tacto y fundamentalmente el respeto hacia más de 15.000 personas que llegaron al Parque Central para ver fútbol y no otra cosa.
Se quedaron con la otra cosa.
Cuando uno habla de “cintura”, habla de sentido práctico o común, que son los que corresponden en estos hechos.

¿ Y SI LE HUBIESE PASADO AL JUEZ?

Póngalo al revés. Si el juez sale unos minutos tarde por motivos personales, un malestar físico de él o de alguno de sus colaboradores, a ninguno de los jugadores se les hubiera ocurrido irse a las duchas y no jugar el partido.
Se espera, con cierta paciencia, al igual que la gente, por ejemplo, que al director del juego, se le pase el malestar en ingrese al campo a cumplir con su labor.
Pero no se van ni los jugadores, ni la gente.
No existe, ni pasa por la cabeza de persona alguna tomar una decisión de ese tipo.
Por algo toda ley promulgada, tiene sus incisos y se establecen.
Un ejemplo: los partidos, indefectiblemente, deben empezar a las 15.30. Sin embargo, en caso de algún imprevisto, de donde sea, jugadores, líneas, jueces, banderines del corner caídos o no colocados, redes en mal estado o flojas, lo que sea, deberán ajustarse todos esos detalles para que comience la acción debidamente.
Este es un caso ficticio, naturalmente. Pero puede pasar o alguna vez pasó y a nadie se le ocurrió, drásticamente, suspender el juego, ante la presencia de la gente, sean, veinte, cincuenta o 15.000 personas.

LOS GRADOS DE CULPABILIDAD


Es un tema de respeto, que hay que tener en cuenta. De la misma forma que hay que tener respeto por el horario y estamos de acuerdo.
Pero, en este tema, ahora que dicen también que la culpa la tuvo hasta Pelusso o los zapatos que le quedaban chicos a un jugador (disparates de todo tipo), la elasticidad es una muy buena colaboradora.
La irregularidad ya fue cometida. Nacional no salió en hora, en acuerdo a reglamento. Prudente no fue al vestuario y envió un emisario, tema evitable por la dura decisión posterior y todo esto no ayuda, en nada, al deporte en sí.
Los uruguayos, generalmente, buscamos culpables siempre antes de encontrar las soluciones.
Y es, para mí, absolutamente al revés. Busquemos la solución y de allí surgirá el responsable.
Hay grados de culpabilidad. Faltas leves, graves o gravísimas. Se midió pésimamente la calidad de la falta.
Este episodio se inscribe en el anecdotario de los hechos de inverosimilitud de nuestro fútbol.
Luego la gente irrespetada “suelta la rienda” y pasa lo que vimos y sufrimos, como sociedad chica, en la que todos nos conocemos.
Esta vez no “se rompieron el alma” los hinchas entre ellos, como es de costumbre, sino que enfilaron contra los periodistas. Agresión de patoteros a Alberto Kesman, a Mauro Más o a quien le tocara.
Clima de rencores, de odios contenidos, de broncas presas …
Qué injusticia que sea el fútbol, los clubes, el sistema en sí y lo que que es peor, la gente que no tiene nada que ver, que paga su entrada, que no ve el juego, que asiste para disfrutar y aliviar sus tensiones semanales y se encuentra con éste irremisible epílogo.
Que triste realidad.
Entre el hombre y la bestia, tema en el que estamos todos incluìdos, ( famoso título cinematogràfico del escocés Robertson), sea por el motivo que sea, ganó la bestia.