Muchas veces nos reuníamos para conversar sobre todos los temas de actualidad. No hace mucho años, claro está.
Esta crónica, estos decires no pertenecen al siglo pasado en sus comienzos, ni a un periodista septuagenario, sino a uno, que como yo, continúa en la práctica de los deportes (mis dos pasiones: el boxeo y el fútbol)
Este introito viene a cuento de los hechos que están aconteciendo y que destruyen la realidad deportiva montevideana, por lo menos, ya que, del interior, pocas noticias tenemos de violencia, aún cuando algunas llegan.
“Estimado amigo”, refirióse en una oportunidad el Cr. Damiani, “estoy convencido que, aquí , en el Uruguay, hay que importar estúpidos, porque de vivos estamos completos …”
Me pareció un chiste. Fue hace 28 años, meses más, días menos.
No lo era.
La “famosa IMPORTACION DE ESTUPIDOS”, era para compensar a los que “la tienen clara”, son vivos, andan con la “merca”, venden de “canuto”, pasan un rato “adentro”, más adentro que afuera, son los de la “manga eterna”, ¿tenés un cien, pelado?, “ cualquier cosa, mirá que tengo pesados pa’lo que sea, ¿tamo?, ¿ a qué hora llega el gil ése?, andá tranqui que se la damos, “tengo a cuatro o cinco calzados “de bute”, igual, no tienen nada, así que si los “cazan”, por lo menos comen y duermen. Cuando salen vienen a buscar a “Papá” y “santo remedio” , ¿cazás?
Estas vulgares expresiones callejeras, no de aquellos barrios en donde el “mano a mano” no tenía revancha “fulera” (tajo, corte, patoteada, palo, caño, cuatro o cinco esperándote para “dártela” sin chance a nada), antes, muchachos, cuando se ganaba el “mano a mano” se ganaba y hasta quedaban amigos o enemigos para toda la vida, pero no “mandaban” a reventar al vencedor por derecha.
Que también está mal el andar a las trompadas. Es cierto. Pero cuando pasa, pasa y es a mano limpia, a lo guapo, así nos gustaba caminar, por ejemplo, con el Pepe Sasía, por aquí, por allá, por lo que sabía de fútbol, por los cuentos, por las anécdotas, para aprender, para respetar y ser respetado.
Y allí fuimos mirando el deterioro de la guapeza, cuando la transformó la droga.
El guapo “tiene droga natural” que es la valentía y el coraje. Y no se compra. Viene con uno, mi amigo.
Por eso, cuando veo que las autoridades no pueden resolver, en tiempos de absolutas libertades, los temas de ir a ver en paz un partido de fútbol, considero que nos ha ganado una suerte de incapacidad dirigente, de acciones eficaces y aunque a más de uno le duela, hay que aplicar el reglamento de la vida: Duro con los vivos, para que los mansos, la gente, digamos, se divierta, se entretenga, que ésa es la finalidad del deporte, del fútbol, del basquetbol, de lo que sea.
“Hay que importar estúpidos”, querido, me repetía Damiani, a lo que Iocco, muchas veces con una excepcional capacidad y el Ingeniero Del Campo le agregaban a modo de colofón: “ Y con prohibición de avivarse, ¿tamo?”.
De aquella época, no tan lejana, ha pasado un cuarto de siglo, ha empeorado todo. La conducta, el buen decir, incluso en los medios de difusión, la calidad periodística, la jerarquía en los hombres de verdad y aumentó, se agigantó, el proceso de desintegración de la familia uruguaya como tal.
Son todos “vivos”. “Bichos feos”. Traidores, lo peor que se puede ser en la vida. Traidor y sin embargo, los dejan “caminar”. El traidor es la “papa” que pudrió el cajón, pero se cree “vivo”.
Los jóvenes, algunos, felizmente, entienden como viene “la mano” y no entran en ese juego.
Unos cuantos, lamentablemente sí e incluso veteranos, “haciéndose” los patoteros.
Entonces se toman insólitas medidas para un partido clásico de fútbol o para uno de basquetbol, porque van todos “vivos”. Prontos para agredir, de atrás, cinco contra uno, un botellazo a la cabeza no vendría mal a aquél que es metedor en serio, el “ aguante” en la esquina para que el “gil”aparezca y darle la “biaba” de “pesados”, esto es, a traición, con ventaja numérica y elementos punzantes, cortantes o bien, de los que escupen plomo.
Pues, mal. Todo esto lo conversábamos en charlas con éstos hombres, verdaderamente capaces que tuvo el fútbol y el deporte uruguayo, incluyendo al Dr. Julio César Maglione, cuyo ejemplo de disciplina en las distintas áreas que le compete, cumple con la tarea de contralor y aplica las medidas que corresponden, sin ningún problema. Como tiene que ser. Así lo manda el mundo olímpico y así se cumple.
Pero aquí, no. En el tema profesional, en donde domina la brutalidad en lugar de la pasión, las cosas no son iguales.
Habrá advertido el lector, que el uso del modismo de los “vivos”, de éstos “enfermos”, no nos es extraño. Simplemente nos hemos alejado, brevemente, del lenguaje literario que nos acompaña desde siempre en nuestros editoriales, para que la realidad, aparezca casi con la misma ordinariez y fiereza de estos anormales que le hacen un daño irreparable al fútbol.
Mientras se entienda como represión (odiosa expresión de los tiempos de la dictadura) el hecho de proceder, cuasi militarmente contra éstos “vivos de cuarta” (observarán que no desconocemos la sucia expresión de los agitadores) éste tema no tendrá solución.
Acaso de lo que se tenga temor es del exceso de represión. Quizás, en el entendido de un retroceso a aquella tragedia que vivimos los uruguayos, con desapariciones y asesinatos por sólo pensar distinto, por sentirse uruguayos y no querer ser dominados por la fuerza, por la ley del garrote y la prisión.
Pero, si no se toman ( y es la vez número ……) que lo decimos, las medidas ejemplarizantes que den por tierra, que eliminen, definitivamente a la barbarie, al descontrol y al salvajismo, pasará lo que vimos, amargamente. Un espectáculo deportivo con más miedo de la gente por concurrir, que una guerrilla de las tantas que nos llegan noticias de todo el mundo, con muertos y heridos.
Nuestros ilustres hombres del fútbol citados por el autor de éste editorial, fueron contestes en los procedimientos severos y concluyeron en una normativa que no se está aplicando porque se desconoce de qué se trata o porque no se acercaron, en su momento, a dialogar con ellos.
Nosotros tuvimos esa oportunidad y les aseguro que deberá dar el resultado que se busca.
La eliminación, mediante la amenaza real, de una fuerza superior al estado en que los deja la droga y la locura generada por el fútbol, muy mal interpretada por anormales que están para otra cosa y no para observar un juego de éstas características.
La irrisible frase “hay que importar estúpidos”, es la antinómica propuesta de gente inteligente que sabe cómo detener estos tristes episodios del fútbol uruguayo.
Aún, algunos de ellos están con amplísima lucidez con nosotros.
Buena cosa sería consultarlos, en lugar de formar tantas comisiones que nada han logrado y sólo se consigue aumentar el temor a ir a un estadio.
Este peligro de vida que supone ir a ver un partido de fútbol es inadmisible e inusitado, por lo menos, en nuestra ciudad, que no es, justamente, de la expansión argentina, por ejemplo, con su Buenos Aires y millones, Río de Janeiro o bien San Pablo y demás.
Al fútbol no se puede ir con riesgo de vida.
Y si la muerte acecha, es porque no sabemos hacer las cosas como se deben.