Escribe JORGE CROSA
No fue necesario mirar la televisión para ver si el línea Gadea y el árbitro Aguirregaray tomaron una decisión “deportivamente incorrecta”. No. En el mismo momento que se produce la entrada de Rodríguez y atropella al golero García, se advirtió que podía pasar algo. Una tarjeta amarilla. Si era para Rodríguez era roja, porque ya venía con una amarilla. Si era para el golero por la “tocadita” de cabeza o gesto canchero, bueno, se admite una amarilla y una advertencia. Pero nada más. No supuso una jugada de alto riesgo, no hubo intención de quebrar a nadie y si de éste tipo de jugadas hablamos, en cada partido de nuestros torneos, si se emplea el mismo criterio, no termina ninguno. Todos quedan como Central Español, por ejemplo, con siete jugadores o bien finaliza porque reglamentariamente no se puede seguir con seis futbolistas.
No era para tanto. No fue para mostrarle la roja, es una interpretación personal, queda escrito, porque no “daba para tanto”. Entonces, cuando pasan estas cosas uno se replantea si el esfuerzo de los equipos, tanto del Interior, como de la capital, realmente vale la pena, cuando se juzga de ésta manera ciertamente incorrecta. Porque esta acción arbitral fue, sin duda, un error y como no tiene marcha atrás, así quedaron las cosas. Tacuarembó “regalado”, luego de plantearle un partido en serio a un Nacional con todas sus figuras, no entregándose nunca y dando la sensación que hasta le pudo meter un gol, de no ser por atajadas notables y desvíos de último momento de Rodrigo Muñóz, quien no esperaba, ni en sueños, la arremetida de la gente rojiblanca.
Pero esto hay que decirlo ahora, porque después la gente olvida. Es de memoria frágil el fútbol. Tampoco es para acusarlo por vida a Aguirregaray, pero hacerle notar que se equivocó, tanto Gadea, con su ojo “telemétrico” y la facilidad con que el juez mostró la indeseable tarjeta.
Para cualquier deportista, que siente el asunto, te tira al piso. Te desacomoda y te duele. Porque es injusto. Así lo observé y lo trato periodísticamente como corresponde.
Entonces, como el tema da para cientos de interpretaciones, uno se queda con la que entiende justa. Considerando que me puedo equivocar, por supuesto. Pero, no. No observé esa “intencionalidad” a la que recurren los jueces para determinar si tal acción es para amarilla o roja.
Una decisión que va más allá del partido, del gol de Nacional, diez minutos después, de la victoria y los puntos. No. Va directamente a la lucha de la gente del Interior, justo con el único departamento, en éste caso equipo, que comprendió hace ya muchísimos años lo que era el fútbol a nivel nacional como se planteó y cómo se está jugando.
Y ese equipo y esa gente es Tacuarembó. Los que se unieron, dejando de lado intereses clubistas para desarrollarse en el fútbol uruguayo.
Por eso es que lastima éste tipo de actitudes erróneas. Porque sea Tacuarembó o a quien le toque se hace daño al deporte. Comprendo que no sea premeditado, pero el perjuicio deportivo se hizo.
Y eso hay que decirlo ahora y siempre. Porque es verdad. Digan lo que digan o les guste o no a quien corresponda.