Escribe JORGE CROSA
Dio la impresión. Parecía. Era probable. Pero no.
La bestia no muere. Y me sugiere, de inmediato, el libro de novela negra del Séptimo Círculo, presentado sobre 1945, por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, con el título de Nicholas Blake: La bestia debe morir.
Pues no ha sido así. Es necesario, en este punto, una debida aclaración. En cuanto me refiero a “Bestia” es a la violencia, manifestada en todas sus acciones. En este caso, en singular, el retorno de los “Hooligans”, detestables personajes del mundo del fútbol, ingleses de los años 80, que herían y mataban en este deporte, cuando las cosas a su equipo no les iban bien. Drogados, alcoholizados al máximo, aplicaban el rigor de la muerte a los espectadores que concurrían a ver un juego y terminaban en un velatorio. El triste final era, en el fútbol inglés, una costumbre. Hasta que fueron sancionados por la propia Federación Inglesa y luego por la FIFA, prohibiéndoles por cinco años, todo tipo de participación internacional a los clubes y a la selección inglesa, incluyendo los campeonatos del mundo. Esto es, el adiós parcial de los ingleses en el mundo del fútbol, hasta cumplir esta condena.
Desde aquel momento hasta hace muy poquito, todo transcurría con la normalidad que los ingleses saben imponer a sus decisiones. Pero la bestia no muere. Está allí. Acechando y esperando el momento para agredir, para mostrarse tal cual es. La violencia regresó al fútbol inglés en un juego entre el West Ham y el Milwall, en el Upton Park, en donde fueron heridas más de 20 aficionados, se rompieron vidrios, se prendió fuego a los asientos del estadio y se arrojaron al campo. Hubo detenidos y esos trámites policiales de siempre.
Pero quedó claro que los años 80 revivieron como si no hubiese pasado nada. Como si aquella tragedia del estadio Heysel de Bruselas, cuando por la final de la Copa de Europa, entre el Juventus y el Liverpool, que cobró 39 muertos, no hubiera pasado. O reeditando los 93 muertos de la final de la Copa Inglesa entre el Nottingham Forest y el Liverpool, en 1989, en Sheffield, tampoco hubiese sucedido.
La bestia no muere. Está. Hay que incentivarla nomás. Darle un mínimo motivo para que reaparezca. Es por eso que no creemos, lamentablemente no creemos, que se detenga la violencia en el deporte. No por éste hecho aislado que vuelve a sacudir al mundo. No. Es porque es imposible detenerla, solamente con leyes y decretos. Acaso sea necesario algo más. Ningún violento,( potencial asesino) es tonto y sabe que si hay “algo fuerte” esperando a la violencia, ésta no llega. Está comprobado.
De allí que entre los dos títulos sugerentes del comentario, los dos se ajusten a la realidad.
La bestia no muere y la bestia debe morir.