Escribe JORGE CROSA
De fe y de fútbol.
El escritor español, Miguel de Unamuno, escribió que “El que tiene fe en sí mismo, no necesita que los demás crean en él”.
Y esta frase cae como un gol en la hora para una victoria cuasi imposible.
Veamos: cuatro brasileños finalistas, todos campeones, San Pablo, Cruzeiro, Palmeiras y Gremio. El platense Estudiantes (pegó triplete por los años 68, 69 y 70), un debutante absoluto, el venezolano Caracas F.C. y los nuestros, Defensor Sporting y Nacional, viejo conocedor de las calles empedradas …
Absurdo sería plantearles, periodísticamente, qué tipo de juego tiene Da Silva en su libreto y Pelusso en el suyo. Realmente, no es nuestra materia. Lo nuestro es saber que llegaron por derecha, por mejores, derrotando a ilustres de la Copa, como Boca Jrs., que cayó fulminado ante un rayo violeta que lo partió al medio en la misma Bombonera y Nacional, acostumbrado sí, pero muy lejos de aquellos fantásticos años 80 y monedas, cuando Seré fue Supermán y Tony Gómez el “matador” del PSV Eindhoven, en un juego maravilloso del equipo oriental.
Nacional, sin la influenza por medio, igualmente ha demostrado, por sus antecedentes, ser más, aunque en fúbol nada es igual, ni siquiera similar, a su derrotado en el escritorio de la Conmebol, como el San Luis mexicano.
Igualmente, si nos hubiese tocado a nosotros, la decisión hubiese sido la misma, por tanto, no hay de que quejarse cuando de la salud se trata. Punto final al tema.
JUEVES SANTO …
No se trata de una celebración litúrgica, por supuesto. Sino de la coincidencia que aquí los violetas jugarán contra Estudiantes y Nacional en el Parque Antárctica frente a Palmeiras.
¿Por qué no puede ser un Jueves Santo? Esos días de paz, de celebración, de profunda convicción en la fe y en el trabajo de uno mismo. Por algo llegaron a esta etapa los equipos uruguayos. Sin regalos de nadie. Acaso la fortuita circunstancia ya anotada extra fútbol, en el caso tricolor.
Pero, vamos a esperar los encuentros con espíritu altivo, más allá de los nombres, de los esquemas, de los planes de unos y otros. Además, todo eso, la mayoría de las veces no tiene valor cuando la pelota entra, inesperadamente, en un momento inapropiado y te hace cambiar todo el sistema en segundos. Así es el fútbol.
Pero en lo que insisto es en la fe de los uruguayos. Violetas y tricolores. Fe que me transmitieron durante su actuación hasta ahora.
Ya sé. Enfrente son todos campeones, menos el venezolano y la viola. Pero, ¿Cuál es la razón en no creer que puede suceder algo notable para los equipos uruguayos?
¿Qué ley me impide pensar con optimismo, con alegría, con esperanza en logros para algunos inesperados de los tricos y de la violeta?
Ninguna, que conozca. Por lo tanto, al pesimismo de tantos años de silencios – cosa que reconozco porque es la auténtica realidad – antepongo esta cuota de fe, no de fanatismo, para con los equipos uruguayos.
¿ Y ésta deducción es antojadiza? Por cierto que no. No hay una formidable diferencia entre éstos finalistas de la Libertadores. Cada pingo con lo suyo.
No somos menos los uruguayos. De ninguna manera.
Y ésta afirmación no es mera referencia al optimismo. Es lo que se ha visto en la cancha.
Porque si hasta aquí llegamos, se puede seguir, por supuesto que sí.
En el fútbol no hay marcador puesto. No hay pronóstico válido, ni acierto anterior al juego. Todo es especulativo. Por tanto, permítame creer en Nacional y Defensor Sporting.
Ellos ya creen en ellos. Lo demostraron. Pero el examen sigue, claro está.
Pues bien, el fútbol, es la vida, es el estudio, son los profundos pensares de ilustres escritores, filósofos y hasta físicos, como el francés Blaise Pascal, también matemático, cuando expresó:
“La fe afirma lo que no afirman los sentidos, pero no lo contrario de lo que éstos perciben. Está por encima de ellos, pero no en contra”.
A la cancha, uruguayos. Con fe, con fútbol y con suerte.