jueves, 21 de mayo de 2009

GRACIAS, DON DANTE ...

Escribe JORGE CROSA

Don Dante, usted sabe que jamás quise escribir, ni lo pensé, acaso, de su adiós.
Pero, como en la vida usted fue un hombre de decisiones firmes y concretas, bueno, por algo tomó el sendero del recuerdo, nos queda el nombrarlo en horas felices, nosotros, como tantos, que lo conocimos campeón de todo. Como dirigente, como deportista, cuando nos contaba su amistad fantástica con Don Joao Havelange, a través del waterpolo, una disciplina que practicó por los años 30 y que lo llevó a los Juegos Olímpicos de Londres, en el 48.
Entonces, Don Dante, según me inculcó, también tomé mi decisión. Escribir lo que siento.
Por todo lo que nos enseñó, no me atrevo a rebelarme contra este destino, que será de todos, pero que sentíamos que podía quedarse un ratito más por estos pagos.
Claro, que, como tantas veces nos dijo, “ en lucidez siempre, cuando entran a fallar las ideas, hay que conocer el camino del retiro”.
“Una comisión directiva somos todos, pero manda el Presidente, así se dirige un club”.
Sentencias que no olvido, Don Dante. Tampoco aquel vuelo que hicimos junto al querido Contador Juan Pedro Damiani, usted y yo, rumbo a Tokyo, usted como veedor de la Confederación para ver el juego entre Peñarol y Porto, cuando el famoso partido de la nieve, en el 1987, que no lo podíamos creer, que hubiese perdido el aurinegro.
Y allí, una vez más, me dí cuenta de su jerarquía como hombre, como dirigente, como compañero y amigo. Ese abrazo con con Contador Damiani, en angustia, fue el testimonio que demuestra su grandeza, su espíritu altivo que siempre cultivó y nos inculcó para nuestra tarea periodística.
“Usted es un luchador, siga siempre así”, nos dijo más de una vez. Lo hacemos, Don Dante, sepa que jamás nos entregaremos, ni venderemos una idea, un concepto, por un arreglo, de los que tanto me habló, en tantos viajes por el mundo que tuve el placer de disfrutar con usted y con su Nacional, su símbolo de vida, su segundo hogar o quizás, por momentos, el primero.
Don Dante, esto ni siquiera se aproxima a una despedida, no es una carta, tampoco un texto mortuorio. Muy por el contrario. Se trata de un cariñoso saludo, fraterno, como a un padre que condujo la vida de sus hijos, tal el caso de Gustavo, por ejemplo.
De eso se trata. Se trata de recordarlo ganador, jamás lo ví perdedor, ni aún perdiendo. Y eso tiene un valor humano formidable.
Dirigente guapo, no por la violencia, sino, como usted decía “ aquí lo que se tiene que hacer es esto y se hará”. Punto. Ni una coma, ni dos puntos, ni punto y coma. Se hacía lo que usted decía.
Campeón por sus muchachos que siempre respetó. “ Un equipo no existe si no hay diálogo entre el dirigente y el jugador”. “ Somos todos o ninguno”. Frases que van quedando y sirven no sólo para el fútbol, sino para la vida, Don Dante.
Su querida esposa, Doña Atlántida, siempre nos decía, “lo que pasa es trabaja demasiado por Nacional, tengo miedo que le pase algo …”.
“Es así, mi querida,o no es”, le escuché decir delante de mío y del Doctor Daniel Scheck, director de El País, una noche en su hogar de la rambla, cuando tuvo la gentileza de invitarnos a cenar y hablar de fútbol … las horas que fueran.
Y fueron casi diez horas. Nos fuimos sobre las cuatro de la mañana, siempre con cuentos, anécdotas, de las buenas, de las malas, de las bravas.
“Un dirigente es un artesano”, debe modelar el equipo, debe soñarlo como quiere que sea. Después están los jugadores que tienen que llevar a cabo la gran tarea de ganar, todo lo que se pensó en un escritorio”.
“Fui campeón, pero no yo, yo aporté ideas, los campeones son los que se ponen la camiseta y nos dan esa alegría. A ellos siempre mi respeto, mi cariño de toda la vida.
Finales de Copa América, cuando se le ganó al Internacional de Porto Alegre, aquella gesta fantástica contra el Nottigham Forest, para ser Nacional Campeón Intercontinental, triunfos notables, cortes de rachas de su adversario de siempre, pero leal, como Peñarol y el Cr. Damiani.
Todo eso fue Don Dante Iocco. Un fenómeno en la adversidad, un amigo en los infortunios, uno más en las alegrías en el mundo del fútbol, donde nos encontráramos, nosotros como periodistas y él, con sus jugadores y dirigentes, en el lugar del mundo que nos tocase.
Siempre el consejo del tipo sabio. Que las sabe lunga.
¿Cómo explicarles a los que quedan de éste lado del mostrador, que ésta no es una crónica más, una asociación de ideas o conceptos sobre un hombre, dirigente, deportista y amigo?
Es, simplemente, un reconocimiento, Don Dante, porque en algún lugar, los que llevan su sangre lo leerán y sabrán que lo escrito fue con el corazón y con el alma de un hombre agradecido, de un periodista que lo supo escuchar y que, eternamente, lo tendrá presente en cada una de mis acciones.
Ese es el lugar que usted ocupó en mi vida.
Y lo seguirá ocupando, claro está.
El Uruguay deportivo pierde el concepto de valentía, de capacidad y talento, de un deportista que luchó por su Nacional, pero, fundamentalmente, por su Patria.
Eso fue Don Dante. Un luchador, como se le ocurrió definirme, en algún momento.
No lo voy a recordar Don Dante, porque se recuerda lo que, en algún instante se olvida.
A usted no lo voy a olvidar nunca.