domingo, 17 de mayo de 2009

EL EQUIPO JUGARA CON DIEZ ...

Escribe JORGE CROSA

Yo le decía Profe y él me decía ¿qué?
Tres décadas atrás es tiempo, vaya si lo será. Lo recuerdo con sus trajes con tonos de grises, caminando por Cuareim (así llamada antes Zelmar Michelini), recalando sus ideas y sus poemas y sus vidas para enseñarnos, por ejemplo, noches largas, de alcoholes cortos, a veces, pero escuchándolo siempre. Opinando, por si acaso, como para se diera cuenta que estábamos ahí por él y no por otra cosa.
El Lobizón, era el boliche de Gustavito Ibarra y la familia, con Nydia, la gurisa y los talentos que pasaron por sus vasos …
Entre ellos, Mario. Nosotros en El País, en la conducción de una sección deportiva, durante muchos años y él, jamás nos dio una clase de nada. Alcanzaba con escucharlo hablar sobre su exilio, durante la dictadura, las penurias, las alegrías – pocas – hablaba casi en prosa.
Palabra santa – diría mi abuela -, la de este hombre sabio que escribió tanto, que nos enseñó tanto, que recibió tantos premios del mundo de los literatos que no quedaban lugar en su casa para mostrarlos o recordar de donde o como fueron se lo entregaron.
Los que saben de poesía, de ser verdaderos escritores, de sentir en el corazón esa corriente entre la vieja máquina de escribir (hoy computadora) y poder trasladarle al mundo pensante, sabrán que hablo de Benedetti.
Una gloria que nunca le interesó su título de campeón de todo. De la literatura, de la poesía, de los libros, de las enseñanzas que nos dejó y por sobretodas las cosas, esa madurez humilde que había que entenderla sí o sí.
Siempre pensó Benedetti que exageraban con respecto a lo suyo. Pero le gustaba que lo escucharan en sus conceptos y sus formas de vida.
“Me casé con una mujer extraordinaria hasta en el nombre, Luz Lopez Alegre. Y me dio eso. Luz toda la vida y alegría toda la vida, “¿qué más puedo pedir”?, contaba varias veces.
Luego, como periodista que es uno, le pregunté varias veces por su famoso escrito de fobal, “Puntero izquierdo”.
Que arranca así: “Vos sabés las que se arman en cualquier cancha más allá de Propios. Y si no acordate del campito del Astral, donde mataron a la vieja Ulpiana. Los años que estuvo hinchándola desde el alambrado y, la fatalidad, justo esa tarde, no pudo disparar por la uña encarnada. Y si no acordate de aquella canchita de mala muerte, creo que la del Torricelli, donde le movieron el esqueleto al pobre Cabeza, un negro de mano armada, puro pamento, que ese día le dio la j.oca de escupir cuando ellos pasaban con la bandera. Y si no acordate de los menores de Cuchilla Grande, que mandaron al nosocomio al back del Catamarca, y todo porque le habían hecho al capitán de ellos la mejor i . ugada recia de la tarde. No es que me arrepienta, ¿sabés? de estar aquí en el hospital, se lo podés decir con todas las letras a la barra del Wilson. Pero para poder jugar más allá de Propios hay que tenerlas bien puestas. ¿O qué te parece haber ganado aquella final contra el Corrales, jugando nada menos que nueve contra once? Hace ya dos años y me parece ver al Pampa, que todavía no había cometido el afane pero lo estaba germinando, correrse por la punta y escupir el centro, justo a los cuarenta y cuatro de la segunda etapa, y yo que la veo venir y la coloco tan al ángulo que el golerito no la pudo ni pellizcar y ahí quedó despatarrado, mandándose la parte porque los de Progreso le habían echado el ojo. ¿O qué te parece haber aguantado hasta el final en la cancha del Deportivo Yi, donde ellos tenían el juez, los línema y una hinchada piojosa que te escupía hasta en los minutos adicionados por suspensiones de juego, y eso cuando no entraban al fiel y te gritaban: ¡Yi! ¡Y¡! ¡Yi! como si estuvieran llorando, pero refregándole de paso el puño por la trompa? Y uno haciéndose el etcétera porque si no te tapaban. “
Y ese es Benedetti. Elogiado, premiado por el mundo y tan piola con nosotros en el boliche, difícil de creer, ¿no?, pero así somos los uruguayos. Sencillitos, mansos, hasta capaz que talentosos, pero no lo vamos a andar diciendo por ahí. Que lo digan otros, marcó a fuego siempre Benedetti.
Noches largas que parecían cortas, enseñanzas cortas que fueron largas. Así nos codeamos con Benedetti. Una cierta irrespetuosidad propia de nosotros. A un genio de este clase lo tratábamos igual que a uno más del cuadro. Pero bien, ¿eh?. Sin maldad. Los yorugas somos así. Acaso ni nos damos cuenta la grandeza que tenemos unos centímetros al costado, en las viejas mesas de aquel Lobizón que ya fue, pero lo que no fue y no pasará, serán las inolvidables noches de enseñanzas, de silencios cómplices pa’aprovechar el viento a favor de sabiduría de Don Mario.
Cuando la gente se muere la costumbre es despedirla.
Como para nosotros la letra, las historias, las charlas, los chistes, los cuentos, los poemas, los libros, todo queda, entonces, no nos despedimos nada de Mario y chau.
Aprendimos muchos y seguiremos haciéndolo porque su obra está. Depende ahora de nosotros el cultivarla.
Dijo Mario, entre tantas veces:
“Cuando el no ser queda en suspenso
Se abre la vida ese paréntesis
Con un vagido universal de hambre
Somos hambrientos desde el vamos
Y lo seremos hasta el vámonos
Después de mucho descubrir
Y brevemente amar y acostubrarnos
A la fallida eternidad
La vida se clausura en vida
La vida ese paréntesis
También se cierra incurre
En un vagido universal
El último
Y entonces solo entonces
El no ser sigue para siempre. “
…………..
Vendrán los homenajes y los premios, llegarán las condolencias del mundo, dirán todo y más que todo de Mario Benedetti.
¿Profe, hoy va por el boliche, vamo’ a tomar una?
A ese maestro quiero recordar siempre, por encima de su talento, de su obra fecunda, de trayectoria insuperable.
Le pegaba bien, regular o mal. ¿acaso importa? Le pegaba a la globa.
Y era Benedetti. El de Paso de los Toros. El centro de atención de, nosotros , jóvenes periodistas, en su momento, que quisimos “garronearle” cachitos de su talento.
Usted, Don Mario, como Puntero Izquierdo ya levantó el centro.
Que ponga la cabeza una que sepa y vamo’a gritar gol.
Me queda el recuerdo de la mesa, de su bonhomía, del aguante al pelotón que preguntaba y usted contestaba con una mansedumbre deslumbrante.
En este partido salió Mario Benedetti. No hay cambio. El equipo jugará con diez hasta el final.