Escribe JORGE CROSA
¡Gracias, Defensor!, gracias por tu entrega, por tu temple,por tu fuerza insólita de creer que siempre se puede, gracias por hacernos aplaudir y gritar - ¿ por qué no ¿ , aún siendo periodistas y conociendo las reglas de nuestra profesión, de ecuanimidad, equilibrio y justicia.
Pero es que no aguantamos más. Explotamos como lo debe haber hecho todo deportista uruguayo, le guste o no el fútbol , pero que vio una exhibición de guapeza fuera de lo normal y una victoria, cuyo recuerdo ya está en la historia más digna del fútbol uruguayo.
Eso fue lo que pasó. ¡Gracias, Defensor!
Porque, por encima de la categoría expuesta en los goles, por Navarro y De Souza, hay que agregarle ese envión anímico que nos hizo recordar y revivir a los grandes del balompié nacional, ésos que el Museo del Fútbol los erige como los íconos de gestas y hazañas increíbles, pues eso, nos hizo sentir Defensor anoche.
Una cuota enorme de esperanza, que desde el fondo del alma, surge el fuego sagrado de la rebelión, del no dejarse pasar por encima, del no quedarse cabeza abajo.
LA MAGIA VIOLETA
En un juego parejo, con un Independiente de Medellín fuerte, calculador, técnica y tácticamente impecable, pudo éste Defensor del Polilla Da Silva, contrarrestar ese planteo sumamente inteligente de Escobar. Los colombianos vinieron a clasificarse a como diese lugar y sólo el espíritu de un grande – porque así lo demostró Defensor- le impidió seguir en competencia al cafetero.
Ese primer tiempo que se jugó con pausas, con criterio claro por parte de la viola, con los goles de Navarro y Vera, pasando por el empate de Arias, dio la sensación que ya estaba el asunto controlado.
Pero no. ¡Que iba a estar bajo control!
Nadie sabía que, junto al fútbol, veríamos un espectáculo de magia … violeta y justo es decirlo, también de la visita.
ESA FUERZA DEL ESPIRITU, VIEJO …
La que mostraron siempre los caudillos uruguayos, en todas sus disciplinas, en el arte, en la política, en la pintura, en la literatura, en el deporte, apareció en el el querido mundo de la pelota.
Como cosa de cuento, este muchacho Ortiz, la clavó justo a los 77, como para clasificarse y dejar a Defensor en el Tren Fantasma. A oscuras y con susto.
COMO EN EL CASIN, TOQUE, EFECTO, ADENTRO …
Al igual que un billarista de clase mundial, Diego de Souza, desde pelota quieta, no le pegó, más bien, la acarició como bola de billar y le “habló” a la guinda. Le dijo “Te toco y entrá allí abajo, a la izquierda, en la” tronera” de Bobadilla. Y entró. 3 a 2 la viola.
Ta. Dijimos todos. No faltaba mucho. ¿Qué podía hacer Independiente con este golpe formidable de “casín”?. Nada.
Nos equivocamos. El corner de la Olímpica. El desorden violeta, el entrevero, una cabeza y la globa que se cuela para herir, casi de muerte, con el empate, a Defensor.
No faltaba nada. Segundos para sacar. Jugar, rezar, pedirle a Dios, que se yo. Mirar sin mirar, creer en algo imposible. Estaba perdido. Sí, se había perdido en el último minuto …
LA RESURRRECCION …
Esa que habla la Biblia. La del Juicio Final. Esa resurrección deportiva impensada. Lo que no podía pasar, lo ilógico, un desafío a lo increíble.
Fue, entonces, como todos los cuentos, porque esto fue digno de una fantasía, que, cuando faltaban, seis segundos, De Souza le pegó derechito, desde 28 metros, algo así y el “Chino” Navarro, metido entre los zagueros, con marca encima, con candado, con orden de captura y todo, desvió la pelota hacia la derecha de Bobadilla. Entró. Sí, flaco, ¡entró!
¡GOL DE DEFENSOR, GOL DE URUGUAY, GOL DEL FUTBOL!!!!
Defensor adentro de la Libertadores. 4 a 3. Sigue en acción, por milagro, por convicción, por suerte, por lo que sea, pero, por sobretodo, por no bajar la guardia, ni entregar el poncho.
Esa imagen del gol de Navarro, agregada a la incredulidad de los colombianos que se quedaron a mirar la jugada final en el tablero electrónico, como para darse cuenta de lo que había realmente sucedido, quedarán para siempre en el recuerdo de éste periodista y de todos los que festejamos el orgullo de sentirnos uruguayos, una vez más.
Así es el fútbol. Así lo vivimos. Y espectáculos como el de anoche, ciertamente, serán inolvidables.
Un historia violeta, el color de una ilusión jamás perdida …