¡Y el ganador es … Peñarol!
Así presentamos la final del Clausura, tipo entrega de los premios Oscar en Hollywood y es que, en realidad, fue eso. Una gran muestra de ideas, de inquietudes, de nerviosas estocadas de uno y otro. Fueron ocho, al final. El “touché” vencedor fue aurinegro.
Peñarol con lo suyo, con la fuerza, el ímpetu, el rigor futbolístico, a pesar de un comienzo infeliz y un marcador adverso, sus jugadores miraron lo que era el estadio y por lo menos, tenían que responderle a esa gente, de otra manera. Así pasó el golpazo del 0 – 1 en contra de Alcoba.
¿Cuáles fueron las diferencias? Los dos tuvieron empuje y decisión. La botijada de Carrasco metió el corazón en cada trancada y en cada ataque, importando poco si iba todo en la parada o podía quedar un restito sobre el final.
EL SEÑOR DE LOS TROFEOS
En cambio, el “Señor de los Trofeos”, como asi lo llamamos antes del juego a Peñarol, vio que, de alguna manera iba a poder hacer algo más contra “El Quijote del Prado”.
No me interesa un apunte detallado, del tipo que todos conocen, del volante, del media punta, del enganche, el clásico comentario, que todos repiten, que es un común denominador.
Me importa sí, la repercusión frontal que tuvo en Peñarol ese gol que abrió la fiesta. Inesperado. Insoportablemente molesto. Porque ya no se trataba de ver a Estoyanoff, a Pacheco, a Bueno, a Alcoba y su gente metiendo, acortando metros hacia el arco de Alvaro García, no era también parte de la escena, la amargura de cómo se desarrolló el episodio. Saralegui no lo supuso así. Carrasco tampoco. La gente menos.
¿Sería tan así la final? ¿ Con un gol en contra al tomar el ómnibus del campeonato?
Peñarol sostuvo el no. Y lo concretó. El mismo que complicó su juego, le dio una respuesta positiva a su equipo, 20 minutos después ya estaban iguales.
Y los muchachos de Carrasco seguían con la suyas. Avances, desmarques, errores, aciertos, (es el juego) y por ahí apareció un centro y Tiscornia hizo que Bigliantti se estirara y la viera pasar.
Otra vez, los jóvenes al frente. ¿Qué cosas pasaron por las mentes de los técnicos? ¿ Y por la de los protagonistas?
Difícil adivinarlo . Empujó Mario Alvarez, también Román, por el medio, arriba todo movimientos desacertados, pero con la fe que no podía pasar lo que estaba pasando. Bueno bajo, Pacheco un poquito arriba, Correa desconectado y una marca desapasionada de River. Sin embargo el tercero fue para Urretaviscaya y casi sin respirar, Correa, de tranco corto pero de ilusión larga, la metió un minuto después.
CUANDO HABLA EL VESTUARIO
Vestuario. El vestuario habla mucho y ese gol de Correa fue clave,( 2- 3) tanto en River como en Peñarol. En el lugar justo, en el momento justo, en el tiempo justo. Ya cuando la gente de River se quejó por aquel penal a los dos minutos no sancionado del celebrado árbitro internacional Larrionda. Error. De los que importan. -
PERO ESTA NO ERA UNA CRONICA DEL PARTIDO
No. Allí estaban los colores de Peñarol y River, pero en la pantalla del tiempo de quien esto escribe aparecían las imágenes del Saralegui metedor,batallador, del tipo emprendedor y aguerrido que nunca se agrandó por sus títulos. Por los goles de Juan Ramón, una historia cierta de cómo jugar a este asunto, el valor, la guapeza, la valentía, el éxito, el cambio, la personalidad, todo eso, andaba dando vueltas en la imaginación del periodista.
Y los botijas de River con todo su potencial y los cracks de Peñarol metiéndole con todo para llegar a la Copa. Y los minutos pasaron y fue 3 a 2, aquel descanso que permitió imaginar - tiempo ha - la cara caliente, la mirada fija, el habano a semiapagar del Contador Damiani, sobrevolando el corazón de sus hijos, hija, nietos y bisnietos y nosotros recordar aquel viaje inolvidable al Japón con Damiani y el Mocho Badano para jugar dos partidos con Gregorio como técnico. Estrenando todo el grupo uruguayo de Peñarol , el famoso Tren Bala.
Y ellos seguían jugando y la gente gritando. Y el Quijote seguía con todos los molinos de viento en contra y el Señor de los Trofeos, cortejando más de cerca a la Copa.
Y en eso, lo ví a Carrasco con gesto levantino, como es su característica y recordamos cuando lo despedimos en su última aparición de futbolista, en el estadio de Sarandí del Yi, que, quiso el destino, esté frente donde nació, en la vieja casa marrón. Y su madra al frente, como no … Las palabras de los amigos, para denominarlo Estadio Juan Ramón Carrasco. Juan Campeón, aquí y allá. Ahora de observador, agudo y capaz.
¿Raro, no? Versiones de la vida con Juan Ramón y del adiós del Contador Damiani, con sus frases célebres por haberlas vivido – en el turf, mi amigo, siempre será así :”caballos lentos, pero mujeres ligeras, je …”. Una vida hecha en base a sentencias y aciertos y equivocaciones y … una vida, como la de todos, pero esta, singularmente, toda por Peñarol.
Y lo ví a Saraleguí campeón de la Libertadores, ahora cincuentón y dando consejos, mirá vos, recordé la Copa de River Plate argentino, con el Tano Gutiérrez, con el Beto Alonso, con el Enzo, con el Bambino Veira, con Alzamendi, por allá, por el ’85 hacia adelante, cuando también derribaron y fueron los mejores del continente ante el América.
Y seguía el partido y vino el 3 a 3 y salieron aquellos que siempre dicen “que los partidos lo ganan los botijas y los hombres los campeonatos”·. Y tenés que decirles que sí, ¿total, para que discutir? Y 45.000 apasionados inventaron cantos y los gritos de toda la vida por su Peñarol.
Y la guanteada linda, guapa, de River Plate se presentó como tal. No te equivocaste Juan, para mí, pusiste el corazón en la cancha y los botijas la vida. ¿Sabés qué, porque vos lo sabés mejor que yo? Peñarol fue mejor y ganó. Ya está. Y aquí no hay culpables, hay jugadores que surgirán por vos y otros por Saralegui, pero ellos ya más consagrados.
De estas cosas vive el fútbol. No específicamente del foul que no se cobró, del penal errado, del casi, casi …
Estas imágenes pasaron por este periodista mientras brazos, banderas, gritos, sonrisas y lágrimas tapizaban el Centenario en fiesta única, magnífica.
Y me divertí solo recordando a Juan Pedro, junto a Domínguez y nosotros, aquella vez en Santiago, cuando la Fiera Aguirre los dejó paralíticos a los del América de Cali. Y salimos corriendo por toda la cancha, gritando y disfrutando un triunfo deportivo de un gran equipo uruguayo. ¡Qué bárbaro!
Estas son las cosas del fútbol. Cuando me di cuenta, a pesar de estar viendo el partido, no pude menos que guardar este mensaje de afectos hacia quienes uno aprecia, mucho más allá de ganar, perder o empatar. Ya estaba 5 a 3. Era de Peñarol. Y fue.
Por lo del domingo, mire, los botijas, estimadísimo Tudurí, van a llegar, algunos ya lo hicieron y esta campaña es para el más hermoso de los recuerdos. Lleve con orgullo nuestro título EL QUIJOTE DEL PRADO.
En cuanto a Peñarol, ¿qué decir? EL SEÑOR DEL TROFEOS.
Saralegui, Pacheco, Bueno, Franco, Alvarez, Alcoba, todos. Es el momento de sonreír, de dejar que nazcan los buenos deseos.
Así lo vivimos. Así lo expresamos. Desde la inauguración del Estadio Juan Ramón Carrasco hasta el viaje con el Contador Damiani y Badano, en un Tokyo tan extraño y cambiante como la final del domingo.