Escribe JORGE CROSA
Quien ha vivido, como nosotros, casi nacidos en el periodismo, dentro de aquellas máquinas de La Tribuna Popular, en 18 y Rio Branco, en el Edificio Lapido, junto a mi abuelo, Don Enrique Crosa Zunino, lírico y dramaturgo uruguayo, al lado de mi padre, Don Enrique Crosa Fajardo, director de Tribuna, en su momento, de Don Carlos Quijano, indudablemente, la vida de los uruguayos ha cambiado para mal.
Es tristísimo marcarlo así, con dureza, pero es la realidad. El rencor, el odio, la envidia y la miseria humana, están ganando en muchísimos sectores, batallas que los corazones y las almas de bien, ya habían vencido.
Pero no pudo ser. O por lo menos, no puede ser, según lo que veo, lo que vemos, amigo lector, diariamente.
No solamente en nuestro Uruguay, sino en cualquier lugar del mundo, el afecto era considerado. El respeto, la acción solidaria, la caballerosidad, la ayuda al desvalido, todo eso era algo común en los años en que, yo me metía en la vieja Tribuna, dentro del plomo, con Don Adolfo Oldoine (OLD),( para el uruguayo deportista de la época que lo recuerde) era una especie de poeta dentro de nuestra especie. Y allí estábamos nosotros, con papá y abuelo, mirando como se hacía un diario, desde abajo, de la máquina de escribir, a teclazo puro, aquellas viejas Remington, de fondo amarillo y letras negras, hasta el grito de ¡baja! cuando el material en ascensor, a mano, un carrito hecho al gusto, llegaba a planta, donde estaban los muchachos de las linotipos y el plomo. Y ellos le metían el gusto a la cosa. El plomo fundiéndose, marcando la letra y trasladándola a la plancha, para poder leerla luego, “la plancha” al revés y dar el OK, y que todo estuviese en orden. Y el litrito de leche, al costado, por el tema de la intoxicación, por la alta cantidad de plomo ambiental. La Tribuna Popular, toda una época. Un diario a pulmón, compitiendo con los monstruos de El País, El Día, La Mañana, sí que eran tiempos bravos, tiempos de meterle literatura y de la buena, nada de medias tintas al asunto. Periodismo de altísimo nivel.
Era otro mundo y estamos tan cerca, acaso, no más de 40 años, a algunos les parecerá mucho, a mí, poco. El periodismo nació allí, en esas redacciones llenas de humo, con los cafés fríos, los últimos chistes, las bromas a los “que se la creían”. Un tiempo bárbaro, en donde la génesis periodística de este país, se reunía en el Tupí Nambá. Boliche y pico. Artistas y plebeyos, allí iban todos a recalar. Otra vida, otro Montevideo. El mercado del Puerto, el memorable Solís, las galas inolvidables.
OTRO TIEMPO … EL MISMO LUGAR …¿DISTINTA GENTE?
¿Qué nos cambió? El aceleramiento de las victorias, el apresuramiento por ser mejores en diez segundos, ser gerentes antes de ser funcionarios, la televisión, el jet set, las gratuitas groserías que hoy vemos y nos impactan, los desnudos, “a marcha camión”, a marcha ratting, la desfachatez, acompañada de ordinariez pura al 100%. Eso nos cambió a todos. Además de otros elementos, agresivos para el hombre, como las adicciones y demás. Ahhh y la plata, vivir con plata, desesperadamente con la plata, como único testimonio de vida, con eso todo, sin eso nada. Sin embargo, en aquella época, los años 58 a los 60, póngale, aunque sin dinero no se vive, no estaba la desesperación, la locura irrefrenable de la “guita” para vivir. Con lo que se tenía, se “iba tirando” y no por no tener esperanzas de progreso, sino por ser como somos, mansos, mirando el “paño”, según el dicho billarista.
NO HAY DUDA, URUGUAY FUE MEJOR …
Otro tiempo, estamos de acuerdo. El mismo lugar, también. ¿Distinta gente? Y sí, puede ser posible porque del mismo sur nuestro de todos los días, los males, las enfermedades, las escasas chances de progreso, gobierne quien gobierne, hacen cambiar a las personas. Las modifican, pero para mal. Las maquillan y las dejan feas.
Hoy vencen el el odio, la envidia, el celo, cae en picada, el amor al prójimo, la responsabilidad y el cariño, se quiebra la familia, hay una modificación, más allá de buscar cada joven “su lugar en el mundo”, aceptable propuesta y lógica, si no encuentra en su pago lo que le sirve para vivir, para progresar, para avanzar como se debe en la vida.
Este Uruguay fue distinto. Y aseguro que mejor. Acaso al mundo le haya pasado eso. Pero también pienso que no nos podemos dejar vencer por la inmundicia y el desecho de la raza humana. Eso no nos puede ganar.
El amor es netamente superior, el abrazo, el sentimiento de ánimo y de no entregarse, la búsqueda de la felicidad de la familia, de los amigos, de los hombres y mujeres de este Uruguay, como de cualquier país del mundo, debe ser victorioso.
No son sermones, no quieren ser palabras lindas para un mundo irrecuperablemente caído. No es eso lo que busco. Busco una sonrisa, la suya, la mía, la de la señora que puede curarse aún, la de una familia que la computadora cambió, ora bien, ora mal y demás elementos que vendrán, pero que en lugar de separarnos, nos acercarán siempre a la fraternidad de los que nos queremos. Que si no nos vemos, no importa, o sí, pero, igualmente conservemos ese pedacito de corazón que nos pertenece a todos los que nacimos en la misma época, que nos juntamos, que nos divertimos, que sufrimos, que trabajamos, que tuvimos hijos, que seguimos estando aquí. Y recordando, como indeleble fidelidad a los que están allá, con ese prestigio que da el haber sido los que iniciaron la acción de nuestra vida.
IBA A SER UNA NOTA DEPORTIVA
Iba a ser una nota deportiva, porque, en la generalidad de mis entregas escribo sobre ello. Pero, vaya que bien puede interpretarse este editorial en algo así como una competencia. De fe, de esperanza, de ilusiones jamás perdidas en un Uruguay bárbaro, en una familia divina, en donde no existan recovecos para los males, los rencores y las riñas.
Esta es la crónica de hoy, en un día cualquiera, una noche cualquiera, en donde no se festeja nada, en donde lo único que se conmemora para mí, es saber que siempre es posible acordar la sintonía del corazón con la mente, para que se escuche una plegaria de alegría, de maravillosa unión de quienes aquí estamos, procurando una vida recordable y plena.
Hay más, habrá más, pero ahora, le voy a pedir a mi hijo Guillermo, un periodista en el punto de largada, el otro es Jorge, arquitecto en minutos y para que lea Zulma, mi compañera de siempre, algo que se me ocurrió dentro de este mundo de la pelota, de los corners, de los resultados, de los goles y demás.
Digamos, un aporte a la sonrisa franca, con el corazón feliz, con la vieja frase de “a pesar de todos los pesares” para transformarla en “ en el encuentro agradable del cariño, de la buena voluntad y del ser buenos”, con eso alcanza.
Por aquella romántica La Tribuna Popular, luego Tribuna, es que unimos estas letras a modo de pensamiento.
Y sobre el cierre de lo que ha querido ser una reflexión, sanita como mente de gurí, les dejo un testimonio de una canción y de un artista, a quien presenté, hace ya unos cuantos años, en el Carrasco Polo Club, en ocasión de un festejo deportivo americano, cuyo anfitrión fue El País, en su momento, gestor de una prestigiosa encuesta mundial.
El “Puma” José Luis Rodríguez, con quien me une una apreciada amistad, desde aquel momento.