Escribe JORGE CROSA
Más allá de las noticias que nos llegan del mundo enloquecido, como la muerte de las “viudas negras”, chiquilinas de 17 años que se inmolaron y provocaron la muerte de 40 personas en un metro de Moscú, incluso hasta respetando sus ideas religiosas como la carta que le dejó una de las víctimas: “Nos encontraremos en el cielo, otra vez”, uno queda como paralizado por éste tipo de informaciones. Gravísimas, terribles, sin sentido, por lo menos, para ésta región del mundo.
Y sin embargo, les narraré brevemente, casos cortitos de la ciudad, de la chiquita Montevideo. Un señor, un buen amigo, se equivoca, por ejemplo, esto que les cuento pasó, trató de pasar por la derecha (maniobra equivocada) y pidió disculpas al sobrepasar, por la izquierda, ahora sí, correctamente al otro automovilista. Como respuesta recibió un gesto de un dedito levantado al máximo, un insulto a la vieja y una invitación grosera a pelear a como diese lugar.
Estoy hablando de gente que anda en auto, no en carritos levantando basura. Ese es un caso. Después el tipo, joven, “le tira el auto, haciéndole un “finito” a la persona que había solicitado disculpas, como correspondía, pero, al parecer, como estarán leyendo, éstas ni fueron aceptadas y lo que es peor, se le agredió de la peor manera, faltó que le chocaran el vehículo para hacerla completita.
Esto lo viví, no me lo contó nadie y no lo podía entender. Personas civilizadas, pensé, en auto, de buena marca, de buen año, en fin, deberían tener un mínimo de educación, ante un error del otro, que inmediatamente se disculpó por su desacierto. No fue aceptada la acción reparadora, por el contrario, le “llovieron” una serie de disparates, incluso invitándolo a pelear por un absurdo.
Este es el clima que se vive en Montevideo.
Otro caso. Me cuenta un amigo que se acerca uno de esos muchachos que no tiene más remedio que limpiar los parabrisas para comer. Como le dice que no. Lo insulta, le saliva el vidrio, le pega una patada a la puerta del vehículo y no podía falta, lo insulta soezmente, ante la risa de sus pares. Mala vida la de los muchachos, que no se la deseo a nadie. Pero, así es brava la cosa. Está claro que no hubo reacción por parte del amigo, porque vaya a saber donde termina la cosa.
Y después, como rematando la jornada, uno llega a su casa y enciende el televisor para enterarse de las novedades de la jornada. Todas tragedias. Asaltos, cámaras ocultas que no muestran nada, asesinatos a gente laburante sin defensa, atropellos a la salida de los cajeros a gente de edad avanzada que no puede defenderse.
Eso está pasando en Montevideo, en Buenos Aires, en América y peor en el mundo.
Entonces, mi querido, uno piensa, en el fútbol, ¿qué sistema puede detener a la violencia?
En un partido de alto riesgo, no hay defensa para el espectador. Lamentablemente es así y seguirá siendo así.
Se tomarán medidas de fuerza a todo nivel, pero la locura generada por ingestas de todo tipo de alucinógenos, incluya el alcohol, hace incontrolable a cualquier grupo. Humano no digo, aunque lo parezcan, porque no lo son, en ese momento, lamentablemente.
Finalmente, si uno ve éstas cosas en plena ciudad, desde el caso de los vehículos y sus ofuscados como anormales conductores, ¿Qué culpa le otorgamos al fútbol?
No es el fútbol. Es la gente. Perdón, es la mala gente o esa lacra social que cree que tener un coche y andar bobeando por las calles de nuestro Montevideo, les da el derecho a agredir y decir el disparate que se les ocurra.
Ni hablemos de los que, para ganar un peso flaco, limpian parabrisas a los automovilistas para hacer su trabajo. Unos bien. Es cierto. La mayoría, quizás. Otros, por supuesto que no.
¿ Y queremos detener, desde un escritorio, con ideas sobresalientes, lo que el mundo no puede, siquiera aplacar?
Estamos pecando de ingenuos. Esta gravísima confusión que soportamos, agresiones, desordenes y ataques arteros, es consecuencia, como expresarámos en otra entrega, de una sociedad enferma que no encuentra, lamentablemente, el remedio que está necesitando urgentemente.
De allí lo que sostengo, no tomen al fútbol o al deporte en general, de éste pequeño Montevideo, como muestra de “laboratorio violento”, porque es absolutamente injusto e incierto.
Terminante, por lo menos, para mí: No es el fútbol, ni el deporte, el origen de la inestabilidad en subsistir que padecemos los uruguayos.
Todos conocemos, “por quien doblan las campanas …”, aquella notable película, con la pluma de Ernest Hemingway y las actuaciones memorables de Gary Cooper e Ingrid Bergman, que tiene, como misión desarticular, en la destrucción de un puente que es, finalmente, la principal vía del ejército nacional y con ello, el final a una terrible situación de muerte en la Guerra Civil Española.
Más eso es ficción. Y esto que nos pasa, una realidad. Lastimosa e infame realidad.