Escribe JORGE CROSA
Somos desconfiados por naturaleza. Nada nos viene bien, ni mal, ni nada. Olfateamos una trampa, donde la hay y donde no la hay. Somos así.
El ejemplo se dio en el fútbol, una vez más. Si ganaba Danubio, como pasó, Peñarol “iba al bombo”. Esto es, esperaron hasta el último segundo para el gol de la derrota. ¿Le parece?
Si Central Español le “hacía fuerza” a Nacional con toda la fe del mundo, era porque estaba incentivado. ¿Le parece?
Todos se acordaron de aquel gol de Carrasco, que le dio el torneo a Peñarol. Y Carrasco lo volvería a hacer. Cosa que nos parece absolutamente correcta, pese a que no le agrade a cierta gente de la hinchada tricolor.
Que la gente de Peñarol festejara el gol de Danubio era previsto para darle bronca, nada más lógico, a su rival de siempre que no pudo festejar el torneo.
Todo dentro de un marco de desconfianza, la de siempre, la que le tienen a los jueces, a los líneas, a los goleros, a los que erran penales “cantados”, a los que creen que hay jugadores que se venden, que van “al bombo”, frase ya escrita que se utiliza en el mundo del turf, cuando un jinete da muestras ostensibles de no querer vencer.
En fin, el el reino de la duda, se jugó, alambre arreglado, en Jardines del Hipódromo. No pasó más nada.
Danubio que se perdió la chance porque ganó Nacional y Nacional que tendrá, ahora sí, demostrar que es mejor que la gente de la Curva de Maroñas.
Lo de Peñarol ya es otro tema que no corresponde a este editorial. Es una historia que tendrán que recomponer entre ellos, a puertas cerradas, para regresar a ser lo que fue Peñarol.
Las dudas se disiparon y algunas sonrisas cómplices quedaron. ¡Qué justo ese gol en la hora, eh!
Dudar, recelar, la malicia anduvo en la vuelta.
Igualmente, para ser mejor, hay que demostrarlo. Y Nacional tenía que jugar por Nacional y nadie más. Danubio por Danubio y a otra cosa.
Y así fue.
Quienes duden, vean fantasmas o sospechen que hubo fraude que lo digan, pero con claridad, no amaguen, digan las cosas como son, tanto protagonistas, como espectadores, como periodistas, como dirigentes.
Si dudan, si creen que hubo engaño, díganlo. De frente. Pero no hablen con la boca de costadito y practiquen una sonrisita simpaticona, como diciendo que “algo feo hubo”.
Lo que pasa es que no les da el cuero para decir que hubo estafa a ninguno de esos que andan desconfiando de su sombra.
O algún lastimoso personaje, que es como la pulga, no mata a nadie, pero hace todo el daño que puede.
En el orden personal creo y no dudo un instante en lo que sucedió.
Gol en la hora. Lastima. Hiere. Gol en la hora. Da bronca. Así es el fútbol.