Escribe JORGE CROSA
Yo que estuve en toda la campaña de Uruguay, muchos meses antes del Mundial de Malasia, junto a Víctor Púa y los muchachos, que compartimos grandes momentos y de los otros, esos que estamos lamentablemente acostumbrados, hemos recibido un impacto emocional de altísimo nivel, con estas presentaciones de la Sub 20 de Aguirre, incluso, cuando se perdió contra Brasil.
Se observa temperamento – nunca perdido – buen juego, orden y una fuerza soberbia en la entrega, respetando indicaciones técnicas y llevándolas a la cancha, a pesar de lo que fue el potrero frente a Colombia.
Aún falta camino. Pero lo que no se puede discutir es que se está jugando con el acelerador a fondo, que estos muchachos tienen un poderío espiritual que los hace fuertes en los momentos de debilidad.
Aquí no es cuestión de dar apellidos, pero sí de rendimientos colectivos, hasta el momento. Pase lo que pase frente a los argentinos, siempre temibles rivales.
El asunto es hasta ahora. Se “aguantó la tacada”. Se puso en práctica el operativo coraje y funcionó. No nos entregamos, ni aún en la derrota ante Brasil.
No estoy comparando esta selección con aquella del 97 de Púa.
Simplemente me hace sentir muy bien ver que los botijas, cualquiera sea su nombre, demuestran que aún es posible creer en la juventud del fúbol celeste.
Que no se apagó la llama y que la frase “no le ganamos a nadie”, es cierta, no hay porqué ocultarla, tiene solución.
El tiempo, los jugadores, los técnicos, la emigración, las vueltas de la vida, el mejoramiento económico de los futbolistas, pueden incidir en un funcionamiento colectivo, que es el que estamos viendo en este torneo de Venezuela.
Pero no nos quitan la sonrisa y el palpitar a mil de ver cómo los jóvenes buscan el éxito para su trabajo y no bajan los brazos.
Cosa que hemos visto y hemos sufrido, todos, actores y espectadores, en tristes circunstancias.
Pues bien. Se den los resultados que se den, hemos visto que sigue existiendo “aquello” que nos distinguió en el mundo, esa llamita que no se quiere y que los muchachos no la dejan apagar.
No importa lo que pase de ahora en más. Lo visto ha sido una comprobación de valentía y voluntad sin quiebres.
Esto vale para el escepticismo atroz que viene con la marca en el orillo, hace mucho tiempo, en cada camiseta celeste.