Escribe JORGE CROSA
La gloria espera. No mucho. Siempre está al final del camino. Es por la que luchamos todos, porque la vida es eso, una incesante búsqueda de la victoria de nosotros mismos. Es aquella que nos hablan los poetas desde el primer beso hasta el último acto de amor.
La gloria. La victoria. Cuentan – y es cierto – que hay muchas maneras de llegar a ella. En la simplificación de nuestro mensaje aparece el fútbol como dueño de la trama.
Pasiones y virtudes.
River Plate y Peñarol. Los protagonistas de una historia que tiene mucho de pasión y mucho de virtud. El grande con el camino hecho, conocido por las multitudes que lo han apoyado desde siempre y el chico buscando su lugar en el mundo. Peñarol y River Plate han llegado al final del camino. Falta un paso. El último para abrazarse a la gloria.
LA PASION DE PEÑAROL
Una historia fantástica, títulos del mundo que halagan el nombre de un club. Peñarol. El de hoy, diferente, claro, con un comienzo dubitativo e impreciso. Luego, las figuras que entraron a modificar los empeños del grupo. Pacheco, Estoyanoff, Bueno,Darío Rodríguez, Franco, las que se destacan por obligación y firmeza, Salgueiro, Aguirregaray, Alcoba, Alvarez.
Obligados a salir de un oscuro callejón, donde tuvo que abandonar, nada menos que un técnico campeón, como Gustavo Matosas, porque no había coincidencias. No hubo transmisión. A los tumbos, apretados, agónicos triunfos y luego, Saralegui al grito, a pura pasión, con el corazón más que con el pizarrón y la táctica, llevó a ésta realidad de finalista al aurinegro. ¿Cómo? Con fuerza, con temperamento, sintiendo y sufriendo cada pelota perdida, cada situación de gol desperdiciada, cada error como castigo que te recuerda en el momento de dormir y perturba el sueño. Pero salió Peñarol. Volvió su gente. Apretaron los dientes y el grito se escuchó. La pasión se metió en el alma de los peñaroles y ahora son los que se las tienen que ver con algo nuevo, mirándolos de reojo, a ver qué es lo que hacen los botijas de Carrasco. Pero salieron del silencio. Así llegó Peñarol. No pregunten mucho más. A pura pasión.
LA VIRTUD DE RIVER PLATE
El cuento se inicia con el sueño de un innovador. Criticado, duramente tratado por su carácter, por su manera de ser, por su personalidad. Al final, dijo Juan Ramón Carrasco “soy como se me antoja ser y a otra cosa”. Así debe ser. Y es, nomás. Entonces se le ocurrió en su fantasía futbolera que podían unos botijas "inventar" con esta jugada, con esta otra, aquel entrando por izquierda, éste aguantando en el medio, aquel tirándose, sin pelota por derecha … y de repente, gol. Y casi sin mencionarlo, creando un estilo, una forma, una clase de llegar a la gloria. Por otro camino. Técnica, juventud, respeto, orden, criterios similares. El fútbol de Carrasco. Osado, atrevido, irrespetuosamente ganador, frontal, el fútbol tal cual es, tal cual lo siente el director del grupo y los ejecutantes de la sinfonía deportiva.
La virtud de los Henry Giménez, Urretavizcaya, este novísimo Robert Flores, espigado y con escenas vistas al Enzo, (así lo vieron, así lo cuentan, así se trabajó ese gol, con la estocada final de un eximio torero o “touché” de un notable esgrimista. Curbelo, Montelongo, en custodia, o volanteando Silva, Rodríguez, vaya uno a saber qué ubicación tienen en ese movimiento incesante y cambios posicionales de un fútbol vigoroso y técnico, altivo y vencedor. Técnico y prolijo.
La gloria espera. No mucho. ¿Será la pasión o la virtud quien llegue primero a ella?
Pregunta infrencuente de un fútbol uruguayo, que, durante mucho tiempo, descansó en los recuerdos y perdió clase y categoría por esos olvidos de actualizarse, de ponerse al día. De vivir el hoy, siendo, claro está, maravilloso el ayer.
Llegaron. River Plate y Peñarol. Ahora, un silencio de quince días como para estirar la emoción y aguardar un desenlace, notoriamente incierto.
Los botijas de Juan Ramón, con la gente de Juventud de Las Piedras. Temibles.
Los históricos de Peñarol, con los gladiadores del Apertura, Rampla.
Pasiones y virtudes.
Incertidumbre. El mayor riesgo en dos actitudes diferentes.
Eso sí, quizás, la gloria quiera que al final , se junten , una vez más, pasionales y virtuosos.