domingo, 14 de febrero de 2010

GRACIAS, QUERIDO "PROFE ..."


Escribe JORGE CROSA

Murió “mi Profe”. El notable amigo de mi infancia deportiva en la Sociedad de Gimnasia L’Avenir, el queridísimo Profesor José Ricardo De León.

Es durísimo para mí, que fui su alumno durante nada menos que 18 años consecutivos, tratar de explicar lo que significó para el Uruguay, para los gurises de mi época, para los jugadores de fútbol, después, el Profe De León, hasta su consagración, por sus ideas, por sus conceptos, por su perseverancia, por sus dotes de capaz, inteligente y emprendedor, valiente y decidido, ser el campeón de todo, junto a su Defensor querido, allá, en el viejo Franzini, con la bajada hacia la playa Ramírez aún, en un juego que cerró toda una campaña magnífica, plena de convicciones y de valor humano y futbolístico.

De León fue, además, mi consejero juvenil, en tiempos del ¿qué hacer, Profe?, cuando uno va saliendo de la casa y se mete en el mundo de la calle, ese mundo que nos enseña a vivir, a perder y ganar, a sufrir y reír, el mundo de la calle que tantas veces De León me dijo cómo caminarlo, al igual que mi padre. “Esto es así, Crosita, no tiene otra vuelta …” eran sus sentencias cuasi proféticas. Y siempre, al igual que mi papá, tenían razón.

El “Profe” De León, para el futbolista uruguayo representó otra cosa, claro está. Campeón con Defensor, dando vuelta toda la historia, “porque todo se puede, todo …”, son palabras del Profe. La hazaña inigualada, hoy, de salir Campeón Uruguayo del 1976 con unos fenómenos que derribaron los mitos de Peñarol y Nacional. Todo dicho.

El “Profe” que nos enseñó qué eran los principios éticos y morales del deporte, que nos mostró para qué el hombre tiene y debe ser un gimnasta, siempre, incluso, fuera del gimnasio. En la vida misma.

Los saltos en plinto, las paralelas, la gimnasia a mano libre, las anillas, la barra fija, la preparación para los Juegos Sudamericanos para L’Avenir, me los enseñó con propiedad, junto al grande de Salvador Mauad y el Profesor Joachim en el club de la calle Maldonado, donde, prácticamente, nací y me crié luego, en los campos de más abajo, en la cancha del Power, en José María Roo y la Rambla, en donde había que entrar en el sótano de Paraguay. Luego el Montevideo Sur, en la esquina de los Molfino, el boliche de Maldonado y Paraguay, frente a la Tintorería Biere.

Estos recuerdos, hasta llegar a jugar en la cancha del Palermo, allá, pegadita al club Atenas, donde nos hicimos amigos de todos los muchachos, incluyendo al fenómeno de Manolo Gadea, crack entre los cracks. Todos esos recuerdos vienen a la memoria.

José Carlos Domínguez, sí, el de Peñarol, amigo de toda la vida, también en la clase, Cambón, Treñer, Piuma, botijas todos bajo la batuta del Profe.

Siempre el consejo, nunca la duda. “No hay que dudar jamás, che …”, otras de las frases que rescato. El respaldo de un “segundo padre”, los consejos “al pie de la vaca”, la palabra justita, nada de “verso”, - Esto se puede hacer, hacélo, muchacho …” y uno le metía el lomo de gurí y lo hacía. Mal, bien o regular, pero lo hacía.

L’Avenir significó para De León su casa. Para mí también. Allí arrancó mi vida de chiquilín, de deportista y de hombre al fin, con novia y todo. Zulma, mi esposa, la mamá de Jorge Alejandro y Guillermo, los pibes, el grande de Alejandro Pérez May, ( papá de Zulma) el Turquito, campeón sudamericano de casín, custodia fiel del club que presidía durante tanto tiempo, el querido tío, Elbio Carlos Pezzatti y Rasent, presidente, incluso, de la Comisión Nacional de Educación Física.

Y siempre al pie del gimnasio, el Profe. “Dirigí vos … a ver si aprendiste algo”, me decía. Y uno se hacía cargo de la clase de 40, por lo menos, pibes, al igual que yo y me sentía “Gardel”.

Pasó el tiempo, el Profe fue al fútbol y fue el mejor, sin dudarlo un segundo. Cambió la historia. Defensor Campeón.

Nosotros, seguimos en el deporte, pero nos tiró más el laburo de mi padre y de mi abuelo, el periodismo. Y nos tocó “hacerle una nota”. Paradoja de un destino que uno no sabe jamás los “por qué”. Y allí, en Radio Sport, la vieja y querida Radio Sport, de Soriano y Yaguarón, junto a CX 14 El Espectador, antes en 18, frente a la Intendencia, lo seguimos a paso apurado, cuando ganó un clásico estupendo y se fue subiendo la escalera entre la Colombes y la Tribuna Olímpica, saliendo como cualquiera, para después seguir su camino atravesando la cancha de Miramar Misiones.

Así era el Profesor De León. Convencido de lo suyo. Capaz de cualquier hazaña. Y lo demostró. Y toda mi familia lo quiso como un integrante más. Lo “asociamos” al clan de los Crosa. Se reía cuando le decíamos esto. “Usted es uno de los nuestros, Profe, vamo’arriba”.

Y ahora, mirá vos, me encuentra escribiendo esto, con la bronca de los ojos húmedos, con la garganta reventando de algo que te hace tragar saliva a cada rato.

“Murió el Profe”, me dijo, en encuentro casual, Emiliano Salomón, el hijo del Quico, de quien somos amigos, de los dos. Uno que le tira el periodismo, el otro ya fue crack, como el Quico.

Y me quedé vacío … repentinamente hueco. Sin nada que decir, ni que pensar, hasta llegar a casa y escribir como pa’decir algo más del gran Profesor de mi vida deportiva, de mi formador como gimnasta y al igual que mi padre, de mi vida como hombre.

Los recuerdos son fugaces, pero serán eternos. “Levante la cabeza, derecha la espalda, estire bien, señor, estire, corrija la posición, ‘ta jorobado muchacho …”, instrucciones claritas.

Después, junto al Coco Caballero, me llevó al ring. Me divertí, más bien. Pero el “Profe”siempre al lado, en aquel L’Avenir de recuerdos extraordinarios, que formaron nuestras vidas, la del Profe y la de todos los muchachos que hoy, seguramente, lo recordarán.

Y …¿ sabe una cosa, mi amigo?. No. Para mí no murió el Profe, porque no podía y no debía hacerlo. Al igual que mi viejo y mi abuelo o el Tito. Ellos no se mueren.

Se alejan, nomás, a ver cómo “se las arregla uno”, con las enseñanzas que nos dejaron.

Eso. El “Profe De León” se alejó.

‘Te tranquilo que lo voy a imitar y me las voy arreglar, Profe”. Si uno llora, ahora, por ejemplo, no es de maula, es porque te desgarran los recuerdos, ¿sabe?

Gracias por haberme enseñado disciplina, conducta y respeto, además del deporte, No le he defraudado, ni lo haré. Gracias, querido “Profe”.